lunes, 12 de diciembre de 2011

Francisco Pizarro

Francisco Pizarro protagonizó una de las mayores hazañas de la historia al conquistar el poderoso y vasto imperio Inca con solo un puñado de hombres valientes y decididos.

Su conquista de los valiosos tesoros y recursos del Imperio Inca para la Corona de Castilla permitieron que ésta se enriqueciera enormemente y pudiera financiar campañas bélicas que la llevarían a convertirse en el mayor imperio de la humanidad, con enormes territorios en Europa, Africa, América y Asia.
La figura de Francisco Pizarro tiene una importancia crucial en el devenir histórico, mucho mayor que la del emperador Carlos V a quien servia, ya que sus acciones cambiaron la historia de Europa y de América para siempre. Su increíble triunfo aun sigue causando admiración en historiadores de todo el mundo.


Francisco Pizarro vivió en una época en la que España se estaba convirtiendo en la mayor potencia militar de Europa, gracias a los valientes esfuerzos de los soldados de los Tercios de España, creados por el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, quienes habían derrotado durante décadas a sus enemigos musulmanes y franceses…

La llegada de la paz generó que muchos de estos duros y experimentados soldados se quedaran sin trabajo e incluso se vieran abocados a la miseria al retornar a sus hogares. Una salida que muchos de ellos encontraron fue la de embarcarse hacia las tierras recién descubiertas de América, en busca de fortuna, aventura y un futuro prospero.
Uno de estos miles de hombres que dejaron todo a cambio del sueño de un futuro mejor fue Francisco Pizarro.






Francisco Pizarro nació el 16 de marzo de 1476 en el pueblo de Trujillo, en Extremadura. Su padre era el hidalgo Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, un distinguido soldado que había combatido a los franceses en las campañas de Italia, al lado del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, y su madre era Francisca González Mateos.
Durante su niñez, Francisco Pizarro González fue un niño muy inteligente y despierto, pero también bastante inquieto y travieso, un niño que acostumbraba a comportarse de forma engreída con la gente de clase baja, de ahí que su padre decidió enseñarle humildad y le ordenó como castigo para su arrogancia cuidar cerdos, en aquella época un oficio reservado a los conversos y a la gente de condición más humilde y que nunca realizaría un hidalgo, ya que los hidalgos debido a su condición de nobles tenían la prohibición de trabajar con sus propias manos y consideraban el cuidar cerdos la mayor deshonra.
Tras una educación basada más en las aptitudes guerreras que en las letras, Pizarro, tras alcanzar la juventud necesaria, acompaño a su padre en las duras campañas italianas que sostenía el Gran Capitán contra los franceses por el dominio de Italia. Tras la victoria española en Italia, y viendo que era difícil ganarse el pan como soldado en una Europa en paz, Pizarro decidió embarcarse en 1502 hacía el recién descubierto continente de América, llamado en la época “Indias Occidentales”.


Pizarro era un hombre de acción, su dinamismo y fuerte personalidad le hicieron destacar pronto en el nuevo continente y le permitieron participar en 1510 en la expedición que mandó Alonso de Ojeda hacia América Central y Colombia. 

En 1513, Pizarro partió junto a Vasco Núñez de Balboa en la expedición que descubrió el “Mar del Sur” u Océano Pacífico. La lealtad de Pizarro en estas expediciones le permitió ser nombrado alcalde de la recién creada ciudad de Panamá, cargo que ocupó entre 1519 y 1523 y que le permitió amasar una pequeña fortuna.
Estando en Panamá, Pizarro recibió conocimiento de que Pascual de Andagoya, en su expedición al “Mar del Sur”, había encontrado varios caciques indígenas que le contaron que al sur de sus tierras existía un legendario reino llamado “Birú” que era enormemente rico en oro y estaba gobernado por un poderoso “Inca”. Estas noticias despertaron el afán aventurero y emprendedor de Pizarro, el cual en el año 1524 se asocia con Diego de Almagro, un soldado veterano y valiente, pero falto del más mínimo estudio y con Hernando de Luque, un influyente y rico sacerdote de Panamá, para conquistar el legendario reino de “Birú”. Pizarro seria el comandante de la expedición y mandaría una primera flota de avanzadilla, mientras que Almagro sería el segundo al mando y el encargado de dirigir una segunda flota con refuerzos y aprovisionamiento para los expedicionarios. Hernando de Luque se encargaría de sumar su gran fortuna al dinero de Pizarro y Almagro para el financiamiento de la expedición y todos los asuntos legales. Tras someter su plan a la aprobación del gobernador de Panamá, Pedrarias (Pedro Arias) Dávila los aventureros españoles partieron hacia el legendario Birú.


El 14 de noviembre de 1524 Pizarro partió hacia Birú en un solitario barco con 80 soldados y 4 caballos. El desconocido “Mar del Sur” se cobraría un alto precio sobre la expedición, obligándoles a desembarcar a los 70 días de su partida en un pueblo cercano al mar, en la costa de Colombia. Allí, sin comida y sin recursos tuvieron que resistir feroces ataques de los belicosos indígenas de la zona, que se saldaron con 5 muertos y 17 heridos, entre ellos el capitán Pizarro, que recibió 7 heridas de mayor o menor gravedad. Tras este descalabro Pizarro volvió a Panamá. Mientras, su compañero Diego de Almagro, embarcado en otro navío con setenta hombres navegó tras los pasos de Pizarro pero fue también derrotado en el mismo pueblo donde desembarco Pizarro y el primer navío, perdiendo Almagro un ojo en la dura pelea y regresando a su vez a Panamá a comienzos de 1525.

Tras su primer fracaso, los asociados organizaron con el permiso del gobernador una segunda expedición en agosto de 1526. En esta ocasión los expedicionarios, contando con dos barcos, 170 hombres y varios caballos, llegaron mucho mas al sur, alcanzando el rió San Juan (frontera entre Ecuador y Colombia).
Mientras Almagro regresó a Panamá por refuerzos, Bartolomé Ruiz, piloto mayor de Pizarro siguió navegando hacia el sur, encontrando una canoa con varios indígenas ornamentados con oro y esmeraldas que provenían de la zona de Tumbes, en el codiciado reino de Birú, llamado hoy en día Perú. Estas noticias despertaron la codicia de los españoles, que tras el regreso de Almagro con provisiones, partieron hacia el sur, hacia el puerto de Tumbes, donde se encontraron por fin los territorios dominados por el imperio Inca. Los Incas gobernaban un vasto, culto, rico y sobre todo organizado imperio, que contaba con un enorme ejercito, que disuadió a los españoles de desembarcar y tras reunir pruebas de la riqueza Inca les hizo retornar a Panamá en 1528, en busca de organizar una nueva expedición que contara con mayores medios y les permitiera enfrentarse a los poderosos Incas.




La tercera expedición hacia Birú planificada por Pizarro y sus socios se encontró con la oposición frontal del nuevo gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos, quien no quería permitir la salida de más expediciones hacia el “Mar del Sur”, ya que según él, la colonia no se hallaba en estado de invadir un imperio tan poderoso, y se negó a autorizar una expedición que agotara los hombres y recursos que había en la provincia panameña que gobernaba.

La negativa del gobernador forzó a Pizarro a pedir dinero a sus socios para viajar a España y pedirle autorización al mismísimo emperador Carlos V. El relato de sus aventuras y los regalos de oro inca que mostró al emperador le granjearon el entusiasta apoyo del mismo a la expedición. Carlos V tenía una nueva tierra y tesoros que ganar para su imperio sin más costos que la sangre española de sus soldados, así que en cierto modo era normal su gratuito apoyo a la poca protocolaria petición de Pizarro. Con el apoyo del emperador Carlos V, Pizarro fue nombrado mediante un capitulación fechada en Toledo el 26 de Julio de 1529: gobernador, capitán general y adelantado de todos los territorios que pudiese descubrir y conquistar; dándosele además una autoridad absoluta en asuntos militares y civiles, obteniendo además para su socio, el sacerdote Luque el título de obispo de los países que pudiese conquistar. Pero en este acuerdo solo pidió para su otro socio, Almagro, que fuera nombrado gobernador del fuerte que planeaban levantar en Tumbes, algo que ninguneaba a su socio y que generaría a la larga una fuerte rivalidad entre ambos conquistadores. Pizarro aprovecho la visita a España para reunir fondos para su expedición y reclutar veteranos dispuestos a todo entre los cuales se encontraban sus cuatro hermanos: Fernando ( en algunas fuentes llamado Hernando, ya que en aquellos tiempos Hernando y Fernando era el mismo nombre), Juan, Gonzalo y Francisco Martín de Alcántara (hermano bastardo de Pizarro, que en algunas fuentes aparece señalado como tío materno).


Tras retornar a Panamá en 1530, Pizarro se encontró a su socio Almagro bastante enfadado (y con razón), por el modo como habían sido conducidas las negociaciones o capitulaciones con el emperador Carlos V, pero Luque consiguió la reconciliación de ambos.

En febrero de 1531 Pizarro parte hacia Perú dispuesto a triunfar a toda costa. Pizarro planeaba desembarcar de nuevo en Tumbes y levanto allí un fuerte que sirviera de base de aprovisionamiento. Pero Pizarro tuvo que desembarcar bastante más al norte, en la costa de Ecuador, donde se enfrentó a los valientes y belicosos indígenas de la isla de Puna, en la bahía de Guayaquil, quienes le opusieron una viva resistencia que duró cerca de seis meses. Tras la muerte de tres españoles y unos 400 indígenas la región fue sometida y Pizarro se trasladó con sus hombres a Tumbes donde dio a sus soldados un reposo de tres meses, para que se recuperaran de sus heridas y enfermedades y construyeran la base de abastecimientos que necesitaban para que Almagro les mandara refuerzos. 





En 1532 la base dio sus frutos y le llegó a Pizarro un refuerzo de setenta hombres, provenientes de la zona de Nicaragua, y mandados por los experimentados oficiales Hernando de Soto y Sebastián Benalcázar. El 16 de mayo Pizarro volvió a emprender sus operaciones de conquista de las nuevas tierras, dirigiéndose hacia la ribera de Piura, donde fundó la villa de “San Miguel”, primera colonia española en Perú y base desde la cual se enfrentaría a un imperio en decadencia. El poderoso y vasto imperio Inca o “Tahuantinsuyo” surgió en Cuzco en torno al año 1250 d.C. y tras su expansión militar llegó a abarcar un enorme territorio que comprendía los actuales estados de Perú, Ecuador, el sur de Colombia, el altiplano de Bolivia y el norte de Chile. A la llegada de Pizarro y los españoles, este grandioso, culto y rico imperio se encontraba inmerso en una crisis sucesoria, ya que tras la muerte de Huayna Cápac en 1525, un poderoso rey que había conquistado a los indígenas de Quito, y la muerte de su hijo y heredero Ninan Cuyuch, fue coronado su hermano Huáscar. Pero su medio hermano Atahualpa se consideraba legítimo heredero del trono y se rebeló contra Huáscar, apoyado por la nobleza quiteña. Las tropas rebeldes dirigidas por los generales Calcuchímac y Quisquis derrotaron al ejército cuzqueño en la batalla de Cochabamba y entraron triunfantes en Cuzco, capital del imperio Inca. Tras la victoria, Huáscar fue tomado prisionero y morirá asesinado posteriormente por orden de Atahualpa, quien marchó a Cajamarca para ser coronado inca, pero la fortuna y el destino generaron que al llegar a Cajamarca en 1532 se encontrara sorpresivamente con Pizarro y la civilización occidental.


Pizarro se enteró de la guerra civil que sacudía el imperio Inca mientras se encontraba en San Miguel de Piura, colonia a donde llegaron mensajeros enviados por Huáscar pidiéndole ayuda militar contra su hermano usurpador. Pizarro obviamente comprendió que la guerra civil era su gran oportunidad para conquistar el imperio y sus enormes riquezas, ya que los ejércitos incas se desgastarían entre ellos y la población estaría dividida y sin organización, así que decidió avanzar hacia el interior del país y unirse al bando que más ventajas le reportara. El 24 de septiembre y tras dejar una guarnición de 150 hombres en San Miguel, Pizarro partió hacia el interior con 72 soldados de caballería, 102 soldados de infantería, que contaban con 20 arcabuces, 3 mosquetes y 2 cañones de poco calibre. Tras cruzar un terreno duro e inhóspito y llegar a Cajamarca el 25 de Noviembre de 1532, Pizarro se encontró con el usurpador Atahualpa, que pretendía coronarse como rey absoluto del imperio. Aunque sabía que el ejército enemigo era muy numeroso, Pizarro avanzó sin ningún miedo para entrevistarse con Atahualpa, quien confiado en el tamaño de sus tropas no temía en absoluto el pequeño contingente español. Pizarro se declaro embajador de un poderoso rey de allende los mares y comunico a Atahualpa que le ayudaría a someter a los generales de Huáscar y la nobleza cuzqueña que se le oponía. Mientras los incas se confiaban y celebraban la victoria sobre Huáscar, Pizarro se atrincheró en un gran patio de la zona de la plaza y tras estudiar las debilidades del imperio Inca, planificó capturar a Atahualpa, sabedor de que un Imperio tan centralizado en su monarca entraría en el caos absoluto si perdiera a éste.

Tras invitar a Atahualpa a su campamento para entrevistarse con él, Pizarro pasó a organizar su estrategia militar. Para obtener la victoria sobre un ejército de 80.000 incas con apenas 180 hombres, Pizarro decidió atrincherarse en un patio cerrado para que en caso de ataque los incas no pudieran usar su número y rodearle, disponiendo a sus tropas para cubrir la única entrada al patio. Pizarro dividió a sus sesenta jinetes en tres pelotones, al mando de Soto, Benalcázar y su hermano Fernando y organizo a su infantería en profundidad para cubrir la entrada a la plaza e impedir la entrada al ejército enemigo, ya que en un espacio tan pequeño este no podría maniobrar y aprovechar su enorme numero. Además de esto Pizarro posicionó sus dos cañones para cubrir a su infantería y destrozar a los enemigos que se amontonaran a la entrada de la plaza. El 16 de noviembre Atahualpa se adentro con sus sequito y guardia personal en el campamento español, sin pensar que Pizarro planeaba secuestrarle mediante una argucia. Pizarro mando al padre Valverde, que acompañaba a la expedición, que se acercara al inca con una Biblia y un crucifico y le mostrara la palabra de Dios. Atahualpa obviamente no sabía nada de la Biblia y la lanzo al suelo, tomándose a broma las palabras del sacerdote, el cual, fingiendo una tremenda cólera al ver profanado su libro dio la señal convenida, llamando a las armas a los soldados, que rápidamente abrieron fuego con sus armas y cargaron a caballo contra la guardia real, apresando al rey inca y masacrando a sus tropas.



Pizarro sabiamente había usado el argumento religioso y la “profanación” de la Biblia para justificar ante el emperador Carlos V su agresión al rey inca. Al ver a su rey prisionero los indígenas se quedaron paralizados, sin saber que hacer, ocasión que aprovecharon los españoles para cargar salvajemente contra ellos. Ante la feroz carga española los indígenas huyeron, siendo perseguidos por los españoles, los cuales mataban a todos los indígenas que encontraban a su paso. La batalla de Cajamarca se saldó con cuatro mil incas muertos y ninguna baja española, sólo Pizarro fue ligeramente herido en la mano por uno de sus propios soldados mientras forcejaban por atrapar a Atahualpa. Tras la victoria de Cajamarca, Pizarro se enfrentó a un serio problema, ya que la mayoría de sus soldados habían obtenido un inmenso botín tras saquear el campamento del rey inca y pedían ser licenciados para volver a España convertidos en hombres inmensamente ricos. Pero curiosamente el problema de evitar la desbandada de sus soldados se le solventó su enemigo cautivo; Atahualpa, quien al ver la sed de oro y la desmedida codicia de los españoles les prometió a cambio de que le liberaran llenar de oro y joyas una sala que media en la época: 22 pies de ancho, 17 pies de largo y de altura un estado y medio. Pizarro obviamente aceptó el pago del rescate y los soldados que querían volver a España decidieron quedarse con Pizarro a la espera de obtener una parte de tal inmenso botín que Atahualpa conseguirá reunir en tan solo dos meses. Tras la llegada de Almagro con las tropas de refuerzo, Pizarro repartió con el las ganancias obtenidas, separando un quinto del total acumulado para el emperador Carlos V, ya que le correspondía como soberano de las tierras conquistadas. El monto acumulado fue el mayor tesoro que jamás se repartiría tropa alguna, alcanzando a repartirse un total de 326.539 pesos de oro y 51.610 marcos de plata, un monto que tras separar el quinto real y la parte de los oficiales tocaba a repartir a 8.880 pesos de oro a los soldados de caballería y 4.440 pesos de oro los soldados de a pie, ganando premios extra los soldados más destacados en el combate, a partir de entonces Pizarro dominaría fácilmente a la tropa con la promesa de obtener nuevos tesoros. Pese al pago de tan enorme rescate, Pizarro desde el principio no había tenido intención alguna de liberar al rey inca, ya que una vez liberado Atahualpa podría ser un peligro para los intereses españoles, así que Pizarro prefirió aliarse con la nobleza cuzqueña contraria a Atahualpa y tras acusarlo del asesinato de su hermano Huáscar y hacer un simulacro de juicio le ejecutaron.

Tras la muerte de Atahualpa, el fuertemente centralizado imperio inca quedó descabezado y Pizarro, contando con el apoyo de Túpac Huallpa, un hermano de Atahualpa que fue nombrado por Pizarro nuevo soberano Inca, conquistó el resto del imperio sometiendo rápidamente a varios jefes regionales que se habían proclamado independientes y ocupando la capital del imperio; Cuzco en noviembre de 1533. Tras saquear la capital los españoles reunieron un inmenso botín valorado en 1.920,000 pesos de oro.

El 18 de enero de 1535 Pizarro fundó en la costa peruana la “Ciudad de los Reyes” que será conocida mas tarde como Lima, una nueva ciudad que favorecería la colonización española dada su cercanía al mar y su clima suave. Mientras tanto su hermano Hernando, acompañado de los soldados que se querían licenciar y disfrutar de sus riquezas, viajó a España para entregar el “Quinto Real” (la quinta parte de todas las ganancias obtenidas en la conquista) al emperador Carlos V, quien sumamente complacido concedió a Pizarro el título de “marqués” y un puesto en la orden de los “Caballeros de Santiago”. Algo que causó la furia de Diego de Almagro, que solo obtuvo el titulo de “adelantado” sobre las tierras que descubriera y conquistara al sur de Perú.

Pizarro había llegado a obtener un triunfo absoluto, conquistando con un puñado de hombres el grandioso imperio Inca, obteniendo un fabuloso tesoro y obteniendo lo que en aquellos orgullosos tiempos era lo más valioso: el titulo de marqués. Pero esos triunfos se verían ensombrecidos por las guerras civiles que protagonizarían los soldados españoles. El primer problema surgió tras la llegada del conquistador Pedro de Alvarado, quien quería participar de los tesoros hallados en Perú y al que Pizarro tuvo que pagar 120.000 pesos de oro para que se regresara a Guatemala y evitar la guerra entre españoles. El segundo problema le surgió a Pizarro tras el fracaso de la expedición de Almagro (bastante incompetente como jefe militar) hacia Chile en 1535. Almagro regresó a Perú pretendiendo “satisfacer sus intereses” y obtener los beneficios económicos que según él le correspondía como socio de Pizarro. .

Mientras Almagro regresaba a Perú se produjo en el país en 1536 la sublevación de Manco Capac, quien en principio había sido un títere que los españoles usaban para dar apariencia de que la línea sucesoria inca continuaba rigiendo el país, y que esperando el momento propicio arengó a la rebelión a todos sus súbditos, instándoles a que exterminaran a los españoles halla donde les encontraran. Los rebeldes tras exterminar varios destacamentos españoles aislados, reunieron dos poderosos ejércitos que sitiaron a la vez Cuzco y Lima, impidiendo así que una ciudad ayudara a la otra.



El gran número de rebeldes y la maestría militar de Manco Capac, quien enseño a sus hombres a combatir con espadas y a montar a caballo, puso a los españoles al borde de la derrota. Lima fue cercada por el general de Manco Capac: Quizo Yupanqui, pero tras su muerte en la batalla los rebeldes fueron derrotados y abandonaron el cerco. Cuzco fue cercado durante nueve meses por Manco Capac en persona, pero la valentía de los españoles comandados por Fernando Pizarro impidió que cayera en manos enemigas. La sorpresiva llegada de Almagro, que venia desde Chile para arrebatarle Cuzco a Pizarro salvo a los españoles sitiados. Las tropas de Almagro acabaron con el ejército de Manco Capac quien huyo derrotado, siendo posteriormente apresado por los españoles y descuartizado. Tras acabar con el cerco, Almagro se sublevó contra Pizarro y tomó Cuzco, apresando a Fernando y Gonzalo, los hermanos de Pizarro. Francisco Pizarro al enterarse de la sublevación mando una tropa de 500 soldados a Cuzco al mando de Alfonso Alvarado y de Garcilaso de la Vega, (padre del historiador Inca Garcilaso) Almagro, que era un pésimo jefe, tuvo la fortuna de contar con más soldados veteranos y con Rodrigo Ordóñez, un destacado oficial de las guerras en Italia, que derrotó a Alvarado en Abancay, forzando a Pizarro a llegar a un acuerdo con los sublevados y firmando el “Pacto de Mala” en 1537, mediante el cual los hermanos de Pizarro fueron liberados y se pediría la mediación del emperador ente ambos bandos.

Pero tras la liberación de sus hermanos, Pizarro aprestó un nuevo ejército y faltando a su acuerdo se decidió a acabar con su envidioso rival de una vez por todas. El 6 de abril de 1538 los dos bandos se enfrentaron en la sangrienta “batalla de Salinas”, en la cual la feroz carga de caballería de Almagro y Ordóñez fue destrozada por los disciplinados arcabuceros y mosqueteros del bando de Pizarro que el emperador le había enviado desde España para combatir levantamiento de Manco Capac. Tras caer Ordóñez herido los almagritas que escaparon a la matanza se dispersaron en todas direcciones. Almagro intentó huir pero fue atrapado por Gonzalo Pizarro y Alfonso de Alvarado.

Tras la victoria, Pizarro ejecutó a Ordóñez y muchos otros almagritas. Almagro aún contaba con muchos seguidores, por lo cual no se le ejecuto de inmediato, sino que fue procesado judicialmente por orden de Fernando Pizarro (quien ansiaba vengarse por su apresamiento de Cuzco, ordenado por Almagro). Almagro fue hallado culpable, siendo condenado a muerte por traición y rebeldía y ahorcado el de 8 de julio de 1538. La guerra civil entre conquistadores causó consternación en España y el tras escuchar los alegatos de uno y otro bando, el emperador Carlos V mando a investigar el caso a Cristóbal Vaca de Castro, magistrado de la cancillería de Valladolid. El caso se saldó con 23 años de prisión para Fernando Pizarro. Francisco Pizarro obviamente era intocable, ya que el emperador sabia que si arremetía contra el e intentaba acusarle de la muerte de Almagro, este se podría declarar independiente de España gracias a los enormes recursos con que contaba.

Tras librarse de todos sus rivales, Francisco Pizarro se dedico a fomentar la creación de nuevas colonias y a explorar las fronteras del imperio inca y la región andina, mandando a su hermano Gonzalo a Quito y a Pedro de Valdivia a Chile. No obstante Francisco Pizarro no logró disfrutar de su incomparable éxito, siendo sorpresivamente asesinado de un disparo por el hijo de Almagro; “Diego de Almagro el Mozo”, el 26 de junio de 1541. El asesino seria apresado inmediatamente y ejecutado al año siguiente.



Pizarro dejaba tras de si un nuevo imperio, que bajo la mano de Carlos V y sus sucesores dominaría el mundo durante dos siglos. Francisco Pizarro fue el verdadero artífice del imperio hispano, ya que proporciono el dinero y los recursos que los reyes españoles usarían para financiar sus costosas guerras en Europa, ganado para ellos un enorme y rico territorio. Pizarro fue un hombre brillante, que contaba con una gran sagacidad para aprovechar las oportunidades que se le presentaban, un hombre que se atrevía a todo, y que no se sentía limitado. Hoy en día, su hazaña de conquistar un imperio de millones de hombres con un centenar de españoles sigue causando admiración a historiadores de todas las nacionalidades. Pizarro era un hombre de sus época, una época dura en la cual los soldados practicaban la guerra total, pero Pizarro no fue un genocida, causante de la desaparición de millones de indígenas como muchos peruanos piensan hoy, ya que exceptuando las violentas matanzas cometidas en las guerras de la conquista el 90% de las muertes de los indígenas incas fue debida a las nuevas enfermedades que llegaron desde Europa. Pizarro, identificado por algunos indígenas como la reencarnación del dios Viracocha, fue capaz de convertirse a si mismo casi en un dios-viviente, sometiendo el poderoso imperio Inca y demostrando a la humanidad que a veces lo imposible es posible con tan solo tener suficiente autoestima, valor y determinación. Una lección que constituye el legado más positivo del bravo conquistador extremeño.

Primera Cruzada

En el año 1095 el papa Urbano II convoca el concilio de Clermont para pedir a los reyes y nobles de Europa que organicen una expedición militar para liberar los Santos Lugares de la religión cristiana del dominio musulmán.
Al grito de “Dios lo quiere” cientos de nobles de pequeño y mediano rango obedecerán el mandato de la Iglesia y se dispondrán a liberar Tierra Santa “a sangre y fuego”, iniciando uno de los periodos más sangrientos y apasionantes de la época medieval: Las Cruzadas. 



El proyecto de liberar Palestina y el resto de lugares “santos” empezó a barajarse tras la derrota del Imperio Bizantino a manos de los turcos selyúcidas en la batalla de Mantzikert en el 1071.
Esta batalla significó la ocupación turca de la península de Anatolia y el corte de la vía terrestre de peregrinación a los Santos Lugares de Palestina, los peregrinos serán atacados, robados y asesinados por los nuevos ocupantes turcos. 



Estos ataques servirán de pretexto para organizar la primera Cruzada, ante el peligro para el Imperio Bizantino, Alejo Comneno, emperador de Bizancio, escribió una carta al papa Urbano II, pidiéndole ayuda militar, en forma de mercenarios cristianos que defendieran las fronteras del Imperio Bizantino.

La Iglesia Católica vio en esta expedición contra los turcos una gran oportunidad para alcanzar influencia en Bizancio y lograr el sueño de siempre de la Iglesia Católica, la reunificación con los cristianos ortodoxos de Bizancio, la reunificación de las dos Iglesias bajo el dominio de Roma. Además la expedición serviría para imponer cierta paz y orden en una Europa en constante guerra feudal al encaminar a los belicosos nobles hacia la lucha contra un enemigo común: los musulmanes.






Además muchos nobles venderían sus tierras a la Iglesia para poder sufragar los gastos de armas y equipo para la expedición.
Así pues la expedición granjearía en teoría numerosos beneficios para la Iglesia Católica. Tras estas valoraciones y aprobado el proyecto, el papa Urbano II, en el concilio de Clermont , en el año 1095 predicó la organización de una expedición militar para liberar Jerusalén y Tierra Santa de la ocupación musulmana.

Al grito de "¡Dios lo quiere!" cientos de pequeños nobles organizaron ejércitos para participar en la expedición. Los reyes y grandes nobles en cambio no participarán de la expedición, ya que temían perder sus reinos mientras estaban fuera, además de no querer supeditar su poder al de la Iglesia y además afrontar el enorme gasto que supondría organizar la expedición. 


Así pues los pequeños nobles se tendrán que autofinanciar vendiendo sus tierras. Los pequeños nobles estaban entusiasmados con la idea de liberar los Santos Lugares y conquistar nuevas tierras y grandes riquezas. Además contaban con la promesa de la Iglesia de que en su ausencia sus títulos y tierras (las pocas que les quedarían tras vender la mayor parte) serían respetados y defendidos.

Otra gran promesa de la Iglesia era que si se convertían en “soldados de Cristo” y participaban en la expedición sus pecados serían perdonados. Así que numerosos “pecadores” se apuntaron a la expedición.
La promesa de la absolución de los pecados tubo un efecto de “carta blanca” , ya que muchos nobles vieron en ello una oportunidad para cometer todo tipo de excesos sin temer ir al infierno, un temor que era muy importante en una época en que la religión regia todos los aspectos de la vida de un ser humano.






Mientras los ejércitos de nobles se preparaban, se formaron paralelamente expediciones de caballeros pobres y campesinos que partieron apresuradamente hacia Tierra Santa ese mismo año de 1095, totalmente desorganizados, como autenticas hordas de fanáticos, estas expediciones se conocerán como “la cruzada de los pobres”.

Las dos expediciones de pobres más importantes estaban una bajo el mando del caballero Gualterio (sin dinero) y la otra bajo el de Pedro el Ermitaño, un famoso predicador. Además de estas dos expediciones se formaron otras dos, una al mando del predicador Fulk y otra a cargo del sacerdote Gottschalk. Estas hordas arrasaron a su paso los territorios de Hungría y de Bizancio, ya que no llevaban provisiones con ellos, además asesinaron a cientos de judíos, ya que la gente humilde siempre echaba la culpa de todos sus males a los judíos y a la mínima oportunidad se desataba el odio y las carnicerías. Tras cruzar el Bósforo con la colaboración de la marina de Bizancio, contentos de que se fueran lejos, los peregrinos llegaron hasta Asia y consiguieron derrotar en un principio a los turcos, pero al no vigilar la retaguardia y ser demasiado indisciplinados fueron posteriormente masacrados. Aunque Pedro el Ermitaño sobrevivirá y se incorporará a la expedición “oficial” de los nobles. 



En el año 1096 los ejércitos de los nobles partirán hacia Tierra Santa. Los ejércitos de nobles estarán agrupados por nacionalidades y cercanía. Los nobles franceses de la zona norte y este estarán bajo el mando de Godofredo de Bouillon, junto a sus hermanos Eustaquio de Bolonia y Balduino, además de Roberto de Flandes. Los nobles de la Provenza, el sur de Francia, estarán bajo el mando de Raimundo de Tolosa y también acudirán a la expedición Roberto duque de Normandia e hijo de Guillermo el Conquistador y Hugo de Vermandois, hermano del rey de Francia. Otro contingente será el formado por los normandos de Sicilia, al mando de Bohemundo de Tarento y su hermano Tancredo. Además de estos grandes ejércitos se unirán pequeños grupos de nobles alemanes e italianos, e incluso algún español. Cada ejército acataba las órdenes de su señor, pero todos acataban el mando único de Adhemar, obispo de Le Puy, en Francia. Aunque la expedición estaba nominalmente bajo el mando de Alejo Commeno, el emperador de Bizancio, realmente solo obedecían al obispo Adhemar, sobre todo lo normandos de Sicilia, que odiaban a los bizantinos.

Tras seguir diferentes rutas marítimas y terrestres los ejércitos de cruzados, llamados así por que solían llevar una cruz de tela blanca cosida a sus ropas, llegaron a Constantinopla en el año 1097. En la ciudad, capital de Bizancio, tuvieron numerosos enfrentamientos con Alejo Commeno, dispuesto a no dejarles cruzar el Bósforo a menos que juraran devolver a Bizancio todas las tierras que conquistasen a los turcos. Tras el juramento los ejércitos cruzados pudieron cruzar el Bósforo y llegar a Anatolia, donde se enfrentaron a los hasta ahora “invencibles” turcos, pero los ejércitos de la Europa Feudal, acostumbrados a continuas batallas sorprendieron a los turcos con su superior táctica militar y alcanzaron importantes victorias en Nicea y Dorilea, ciudades que devolvieron de mala gana a su propietario Alejo Commeno. 


Tras estas victorias la expedición se dirigió a Antioquia, pero sin Balduino de Tolosa, que partió por su cuenta a conquistar el condado de Edesa, fundando el primer estado cristiano en la región. Tras llegar a Antioquia, los cruzados se encontraron con un hueso duro de roer, Antioquia era una gran plaza fuerte y conquistarla suponía como mínimo varios meses de asedio. Antioquia será un punto de inflexión en la expedición. Durante le largo asedio los ejércitos cruzados librarán durísimas batallas contra los ejércitos turcos que acudían al rescate de la ciudad. Durante este asedio y otros aparecen referencias a ”los Tafurs”, un grupo de fanáticos cristianos que se unieron al grupo del príncipe Bohemundo. Estos Tafurs estarían mal armados y serian de costumbres bastantes primitivas, pero se harían por cocinar los cadáveres de los turcos y comérselos. Los Tafurs tenían a la carne de turco como un autentico manjar…no se sabe si los Tafurs era un grupo de mendigos europeos o si eran cristianos manoritas o armenios, yo me decanto por está ultima opción. En cualquier caso se hicieron tristemente famosos por sus fechorías y por su canibalismo. 


Antioquia tenia que ser tomada cuanto antes, ya que lo suministros escaseaban para un largo asedio, así que los cristianos recurrieron a métodos de guerra psicológica tan terribles como cortar las cabezas de prisioneros turcos y lanzarlas sobre la ciudad. Finalmente el 3 de Junio de 1098 la ciudad cayó mediante la traición de unos defensores a cambio de oro. Los cristianos ocuparon la ciudad, e inmediatamente surgieron las primeras desavenencias, Bohemundo se enfrentó a los bizantinos de forma deliberada, les expulsó del ejército y así tuvo una excusa para romper el juramento de devolver los territorios conquistados a Bizancio. Bohemundo fundará el principado de Antioquia, ciudad que desde entonces será reclamada por los bizantinos. El hallazgo en la ciudad de la “Santa Lanza”, un “pilum” romano normal y corriente, llenara a los cristianos de gran fervor y de esperanza, pues tras tomar la ciudad pasaron de asediar a ser asediados por un inmenso ejército turco. Por suerte para ellos los generales turcos entraron en desavenencias y levantaron el asedio. Otra desgracia que surgió en Antioquia fue la muerte del obispo Adhemar, el único hombre capaz de unir bajo su mando a los distintos ejércitos cristianos. 


Tras Antioquia el siguiente destino era Jerusalén, ciudad santa para cristianos, judíos y musulmanes. La ciudad estaba por entonces en disputa entre los Fatimíes de Egipto y los turcos. Pero a los cristianos les daba igual, estaban dispuestos a liberara la ciudad a cualquier precio y tras un duro asedio tomaron la ciudad el 15 de Julio de 1099. Al entrar en la ciudad los cristianos cometieron una de las mayores matanzas de la historia, que encendió un eterno odio religioso entre cristianos y musulmanes. Según las crónicas de la época:”en las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias”.Cerca de 40.000 personas fueron brutalmente asesinadas de mil formas diferentes, en una autentica orgía de sangre y destrucción. Todo en nombre de un Dios y una fe.


Tras las conquistas, los nobles cristianos se repartieron el territorio conquistado y fundaron el reino cristiano de Jerusalén. Nombrando regente a Godofredo de Bouillon, que se autodenominaba el “Defensor del Santo Sepulcro”. Tras morir Godofredo en 1100, su hermano Balduino abandonó el condado de Edesa y fue nombrado como primer rey cruzado de Jerusalén. La actuación de los cruzados dejó conmocionado al mundo musulmán, nunca antes se había visto ese nivel de barbarie, salvajismo y destrucción. Los cruzados habían matado y torturado a miles de personas, hombres, mujeres y niños solo por le hecho de ser de otra religión. Este actuar engendró un enorme odio entre ambas religiones, y creo unas heridas que aún hoy en día no se han cerrado. Tampoco los judíos se libraron de la crueldad cristiana, Emich de Leisinger, poderoso noble alemán, que formo parte de los ejércitos cruzados, se tatuó una cruz roja en el pecho con las palabras “venguemos la muerte de Cristo”, y se dedicó a asesinar y a robar a cientos de judíos. Un hombre del que se cuenta que asaba niños y llevaba un abrigo del que colgaban los testículos de sus enemigos. Todo un precedente del racismo alemán hacia el pueblo judío que acabara en el holocausto nazi. Muerte, torturas, violaciones, saqueos…..todo ello en nombre de la fe y ocasionado por la “Carta Blanca” que era para esta gente saber que por mucho mal que hicieran tenían el cielo asegurado, ya que la Iglesia Católica había prometido la absolución de todos sus pecados. Nos guste o no, la Iglesia Católica es la responsable directa de todas estas matanzas y del odio entre religiones. El fanatismo y las ansias de poder cegaron a toda la cristiandad, desacreditando a una religión que difunde un mensaje de paz y amor, no de odio. El único factor positivo de las cruzadas fue que puso en contacto dos mundos anteriormente aislados, dos civilizaciones, Occidente y Oriente, un contacto que servirá para fomentar y difundir la cultura de ambos mundos y para desarrollar el comercio y la riqueza.