Los Saltos del Guairá, en la frontera de Brasil y Paraguay,
fue una de las grandes víctimas del proyecto de la represa
hidroeléctrica Itaipú. La que era la mayor cascada del río Paraná hasta
el año 1982, hoy sólo se puede ver como un pobre recuerdo cuando el
nivel de agua de la represa está bajo. Tenía un volumen de agua estimado
en 49.000.000 litros por segundo en 18 cataratas. En las imágenes, se
puede apreciar desde el aire un antes y después de la cascada tras la
inundación.
Fueron una maravilla natural borrada, o inundada, para siempre. Se decía que era la catarata más grande del planeta (por su caudal de agua, no por su altura), que sumaba 18 caídas o saltos estruendosos con el doble de volumen de agua que las cataratas del Niágara, o 12 veces más que las cataratas Victoria.
Eran parte de un Parque Nacional que ya no existe, fue dinamitada, destruida e inundada.
Antes de la inundación
Estado actual de los saltos de Guayrá después de la inundación del embalse
El fenómeno natural, se producía al encontrarse un río de 381 metros de
ancho, con un cañón de apenas 61 metros. El mayor de los saltos, tenía
una altura de 40 metros, nada menos. Y todo, en medio de una naturaleza
exuberante.
La potencia del caudaloso río, o mejor, la situación geográfica y las
características del relieve, fueron la causa de la propia perdición de
la cascada, sumado por supuesto, a la hasta hoy cuestionada decisión
tomada por políticos de altísimo rango tanto de Brasil como de Paraguay
(ambos países bajo una dictadura), socios en el proyecto. Una vez más,
los hombres al mando de entonces fueron juez y parte interactuando con
el planeta. Los Saltos del Guairá, convocaban a miles de turistas cada
año, atraídos por la sensación de espectacularidad de una serie de
saltos que desde ciertos ángulos, se veían como infinitos en su
encuentro con un cañón de piedras basálticas.

La represa Itaipú fue construída 200 kilómetros río abajo, pero los
calculos estimaron que los saltos quedarían cubiertos de agua, y parece
evidente, que a las partes implicada no les tembló el pulso al firmar la
carta de intencion de la obra, entre los cancilleres brasileños y
paraguayos en el año 1966. Hasta pocas horas antes de la desaparición,
un cartel en la entrada a los senderos de las cascadas recordaba (casi
como una broma): “respete la naturaleza”.

La maravilla natural, hasta años antes de su desaparición era un
atractivo turístico un tanto aislado, en donde para ver las siete
cascadas principales, había que atravesar por varios puentes colgantes.
Meses antes de la gran inundación, miles de turistas quisieron verlas
por última vez. Mientras que la falta de mantenimiento de los puentes
era total, un grupo de turistas llegó a sobrecargar una de las
estructuras que no pudo soportar el peso, desatando una de las tragedias
turísticas más crudas que se recuerden en Sudamérica, con una treitena
de muertos. Poco tiempo después, se dinamitaron los salientes rocosos
más pronunciados, para facilitar la navegación en el futuro embalse, con
lo cual, la posibilidad de restaurar el ecosistema y el paisaje quedó
completamente anulada.

Claro que la historia no estaría completa sin la mención de la Represa Itaipú, la empresa binacional y represa más grande de todo el Hemisferio Sur (segunda en el mundo después de la Presa de las Tres Gargantas, en China). La obra, genera nada menos que el 95 % de la energía eléctrica consumida en Paraguay, y el 24 % de un gigante como Brasil.
A modo de resarcimiento, la represa Itaipú paga royalties a todos los municipios afectados por la inundación, y a menudo, es una obra de ingeniería incluida en listados sobre las Maravillas del Mundo moderno. Desde su inauguración, ha recibido más de 15 millones de visitantes, turistas que en su mayoría, acuden a visitar las cercanas Cataratas del Iguazú, una maravilla natural que afortunadamente sigue deslumbrando a visitantes de todo el planeta. Los saltos del Guayrá, son apenas un recuerdo de postal de la belleza natural de nuestro planeta que a veces los hombres determinan efímera.