Atenas, capital de la provincia de
Ática y de toda Grecia, es una ciudad con 6.000 años de historia y de
vida. Alrededor del año 4000 a. C. en la mágica ciudad de Atenas se
desarrolló la fecunda civilización de los Pelasgos, sus primeros
habitantes. Dos mil años antes de Cristo, los Pelasgos entregaron el
relevo a los Helenos, es decir, a los Jonios-Atenienses, quienes
llevaron la ciudad a los triunfos de su época dorada. En la Atenas
prehistórica, la historia se mezcla con la mitología, dando lugar a
mitos y fábulas entrañables.
Los dioses Poseidón y Atenea, en
su intento de competir por el dominio de la ciudad, deciden ofrecer
cada uno un regalo a sus habitantes. El dios ofrece el agua y la diosa
el olivo. Los habitantes escogen el regalo de la Atenea, tomando desde
entonces el nombre de «atenienses». Cécrope, el fundador de Atenas, así
como Erecteo, Egeo, Teseo y Codro fueron los reyes más renombrados
durante la época micénica. Según la tradición, tras la muerte del rey
Codro a manos de los dorios (c. 1100 antes de Cristo), finaliza la
monarquía y comienza la oligarquía, que durará hasta mediados del siglo
XI a.C. Durante los años de la tiranía de Pisístrato (2a mitad del siglo
VI a.C) hubo también momentos de gloria.
El comercio y la artesanía
florecieron, se fundaron colonias y empezó la explotación de las minas
de plata de Lavrion. Los tiranos favorecieron las letras y las artes. Se
inauguró la primera biblioteca pública del mundo y se embelleció la
ciudad con templos, edificios, fuentes y bosques. La arquitectura y la
plástica asumen el sentimiento de lo monumental y caminan firmemente
hacia la perfección clásica. La cerámica siguió una acertada evolución,
pasando del estilo de figuras negras (630 a.C.) hasta los logros del
estilo de figuras rojas (525 a.C.) Hacia mediados del siglo VI a.C.,
Atenas quedó consagrada como el principal centro productor de cerámica
en el Mediterráneo. El torbellino del progreso arrastró también al
régimen tiránico.
En el 513 a. C., Harmodio y
Aristogitón dieron muerte al tirano Hiparco, siendo venerados desde
entonces como héroes nacionales. Entre el 508 y el 507 a.C., Clístenes
estableció en Atenas las bases del régimen democrático y aseguró a los
ciudadanos libertad, igualdad de derechos e igualdad ante las leyes.
A principios del siglo V a.C.,
durante las invasiones persas, los atenienses ganaron un merecido
prestigio como defensores de la Hélade. Bajo el mandato de Pericles
(450-429 a.C.), Atenas llegó a Su máximo apogeo. Los grandes logros del
Siglo de Oro de Pericles se hacen visibles en los monumentos inmortales
de la Acrópolis.
En el siglo IV a.C., tras la
catastrófica batalla del Peloponeso, Atenas y la Democracia intentan
reconstruirse. La ciudad de Atenas se convierte en la cuna de la
filosofía y la retórica, consolidándose como centro cultural del mundo
antiguo. En el 323 a.C. tienen lugar dos hechos históricos trágicos para
el helenismo: la muerte de Alejandro Magno a los 33 años y la caída de
la democracia de Atenas que cambian el rumbo de la historia griega.
Desde entonces, Atenas
experimenta una progresiva decadencia política, aunque se mantiene como
centro cultural del mundo antiguo hasta el 529 de nuestra era, cuando un
edicto del emperador Justiniano pone fin a las escuelas filosóficas de
Atenas y obliga a todos los atenienses y griegos a convertirse al
cristianismo en un plazo de tres meses.
Desde el 529 hasta 1834, Atenas
se mantuvo como una pequeña ciudad de 9.000 habitantes, devastada
totalmente durante la guerra de la Independencia (1826 a 1827). Desde
mediados del segundo siglo a.C., Atenas, al igual que toda Grecia,
permaneció bajo la dominación romana. Prácticamente desde entonces, y
durante casi dos mil años, se suceden en Grecia las invasiones
extranjeras. Romanos, hérulos, godos, cruzados franceses, almogávares,
florentinos, venecianos y turcos la saquearon y la conquistaron hasta la
fundación de la Grecia independiente en 1830.