martes, 5 de junio de 2012

Granadilla

Extremadura, tierra de contrastes, de magníficos paisajes, increíble gastronomía y enorme patrimonio cultural, es una región llena de pequeñas y grandes sorpresas para los visitantes, entre ellas la ciudad amurallada de Granadilla.





Situada al noroeste de la provincia de Cáceres, Granadilla es una ciudad abandonada incluida en el municipio de Zarza de Granadilla.






Su desalojo se produjo a mediados del siglo XX, ya que la construcción del cercano Embalse de Gabriel y Galán la convirtió en zona inundable.










Fue declarada Conjunto histórico-artístico en 1980 y elegida para su inclusión en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados en 1984.






Creo que resultará interesante conocer algo sobre la historia de esta preciosa villa cacereña:


El pueblo fue fundado por los musulmanes en el siglo IX con carácter militar y defensivo, ya que se sitúa en una colina desde la que se domina un extenso terreno.







La aldea, que tenía por nombre original Granada, fue conquistada en 1160 por el rey Fernando II de León, el cual la repobló y elaboró un nuevo trazado de la misma, construyendo una muralla en todo su perímetro.






En 1170 le otorgó el título de Villa y comenzó a configurarse como una auténtica fortificación, ya que por su situación estratégica como paso obligado entre las Hurdes y la Vía de la Plata, se pretendía que sirviera de contención ante posibles avances de los musulmanes.


Su nombre original se cambió al de Granadilla, tras la conquista de Granada en 1492 por parte de los Reyes católicos, para evitar confusiones entre ambas poblaciones.

La Villa de Granada (actual Granadilla) era en la Edad Media el principal núcleo de población de la zona, y durante siglos fue capital de un señorío que incluía diecisiete municipios. Su titularidad pasó por innumerables manos, hasta 1446 en que por donación real pasó a manos de la familia Álvarez de Toledo (duques de Alba).

Uno de los elementos más destacables de esta ciudad es su castillo, que fue ordenado construir entre 1473 y 1478, por García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, Duque de Alba. Sus creadores fueron Juan Carrera y Tomás Bretón, los cuales lo dotaron de un cuerpo central en forma de prisma y cuatro cuerpos semicilíndricos adosados a cada costado. Granadilla está considerada como el tercer mejor conjunto amurallado español, por detrás de Ávila y Lugo, al conservar la mayor parte de su muralla intacta.







En el interior de las murallas, la población se distribuyó en torno al punto más elevado de la villa de forma concéntrica. Unas 250 viviendas que se estructuraban en un eje principal que iba de una puerta a otra de la muralla teniendo como centro neuralgico la Plaza Mayor, de aqui salian diferentes calles de manera radial.






El 24 de junio de 1955, por acuerdo del Consejo de Ministros, se decretó la expropiación del terreno inundable del término municipal de Granadilla a causa de la construcción del embalse de Gabriel y Galán.


El 15 de junio de 1960, el representante de la Administración notificó a los propietarios que las fincas se consideraban legalmente ocupadas por la Administración del Estado y que sobre ellas no podrían reclamar derecho alguno, tras el pago de las indemnizaciones correspondientes. El pueblo se fue despoblando progresivamente hasta 1964, año en que se fueron los últimos vecinos.







El embalse inundó las tierras de la Vega Baja pero no llegó a afectar al pueblo, que se vio aislado en una península a la que solo se podía acceder por una vía muy inaccesible por la zona norte.


En 1980 la villa fue declarada Conjunto histórico-artístico, año en que comenzó su rehabilitación, centrándose especialmente en el castillo (muy deteriorado a causa de las lluvias y carecer de una cubierta de protección) y la muralla.





En 1984, Granadilla fue incluida en el Programa Interministerial de Pueblos Abandonados y desde entonces, muchos estudiantes acuden cada año a ayudar a rehabilitar el pueblo, de hecho la mayoría de edificios que se mantienen están destinados a desarrollar distintos programas educativos.


Granadilla sigue viva y muy presente en la memoria de muchos de los antiguos granadillanos, de hecho muchos de estos “emigrados” y sus descendientes se reúnen dos veces al año en el pueblo para celebrar la romería de la Virgen de Agosto, el 15 de agosto y el día de los Difuntos, el 1 de noviembre. 

Quinta Cruzada




Hacia 1210, en el momento más esplendoroso del Medievo en Occidente, algunas voces empezaron a criticar la situación. El fiasco de la Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla, la persecución sangrienta contra los cátaros, los enfrentamientos entre Francia e Inglaterra, la inestabilidad política en Alemania y la atomización de Italia eran los principales problemas de la cristiandad, que parecía haberse olvidado de Tierra Santa. No obstante, allá seguían llegando peregrinos a los que había que atender, y con creces, pues muchos se quedaban un año e incluso más; buena parte de ellos pagaba su estancia enrolándose en el ejército como mercenarios.



Las órdenes de templarios, hospitalarios y del Santo Sepulcro mantenían sus actividades gracias a las rentas que les llegaban de sus encomiendas de Europa, pero daba la impresión de que el papado y los reyes cristianos habían renunciado a recuperar Jerusalén. La tensión fue en aumento y el ancestral odio que se profesaban mutuamente templarios y hospitalarios estalló de modo violento en 1217, produciéndose entre ambas órdenes enfrentamientos armados en las calles de algunas ciudades de Palestina, con muertos por ambos bandos. La animadversión recíproca ya no desaparecería nunca.


Inocencio III, tal vez a petición de los templarios, decidió predicar una nueva cruzada, ahora sí contra el islam, pero mientras la estaba preparando murió en 1216 sin haber llegado a convocarla. Lo hizo su sucesor, Honorio III. Los templarios fueron informados de inmediato y pusieron en marcha una gigantesca campaña en busca de fondos para financiarla. El éxito fue considerable. En apenas un año lograron recaudar la fabulosa cifra de un millón de besantes, la moneda de oro bizantina, con los cuales iniciaron la construcción de la que iba a ser su más imponente fortaleza en Palestina, el famoso castillo Peregrino, en la localidad de Athlit, unas pocas millas al sur de la ciudad de Haifa, donde hasta entonces sólo tenían una atalaya denominada torre Destroit.


Templario y Hospitalario

A la llamada del papa respondieron franceses, alemanes, austríacos y húngaros, con su rey Andrés a la cabeza, que además dejó su reino en custodia del maestre provincial de Hungría, un caballero templario llamado Pons de la Croix. El volumen de tropas era considerable, pero la logística fue un desastre. Nadie había previsto la manera en que tantos soldados iban a desplazarse al otro lado del Mediterráneo, de manera que cada cual hizo el viaje como pudo. Las tropas que lograron llegar se concentraron en Acre, donde templarios y hospitalarios aguardaban para unirse a ellas. Eran bastantes, y además cada grupo obedecía sólo a su señor, con lo que no hubo manera de organizar una fuerza homogénea. Además, el rey Andrés de Hungría se marchó enseguida: apenas tocó Tierra Santa, se dedicó a comprar todo tipo de reliquias -hasta una jarra con la que Cristo convirtió el agua en vino en las bodas de Caná-, declaró que había cumplido su voto de cruzado y regresó a su reino.


En las últimas semanas de 1217 siguieron llegando más y más cruzados hasta que su número fue considerado suficiente para emprender la campaña militar. Con muchas reticencias por parte de los nobles llegados de Europa, al fin se decidió que el rey Juan de Jerusalén dirigiera el ejército. La campaña militar de la Quinta Cruzada tenía como objetivo Egipto, donde radicaba el poder del Imperio mameluco. El plan consistía en destruir las bases musulmanas en el delta del Nilo e intentar la conquista de El Cairo. La ocupación de la ciudad de Damieta, en el gran brazo oriental del río, era vital para continuar hacia El Cairo. Los cruzados llegaron al delta en la primavera de 1218. Durante un año, en el que sufrieron todo tipo de penalidades, se mantuvieron firmes, hasta que el 21 de agosto de 1219 decidieron ocupar Damieta. Como solía ser habitual, templarios y hospitalarios fueron los primeros en lanzarse al asalto. El resultado fue cincuenta templarios y treinta dos hospitalarios muertos, y el ataque rechazado. Dos testigos de excepción estaban presentes ese año en el delta del Nilo. Por un lado, el templario alemán Wolfram von Eschenbach, a quien le impresionó tanto el arrojo de sus hermanos en la Orden que a su regreso a Alemania escribió el poema épico Parsifal, en el cual convirtió a los templarios en los guardianes del Santo Grial.


Honorio III

El otro gran personaje era Francisco de Asís, considerado como un santo en vida, que viajó desde Italia con el convencimiento de que mediante la palabra y la buena voluntad se podía poner fin a tantas muertes y tantas guerras. En aquella plétora de guerreros, mercenarios y aventureros, el santo de Asís debía de ser el único que creía realmente que los conflictos podían resolverse mediante el diálogo y el entendimiento mutuo. A los templarios, las ideas de Francisco de Asís debieron de parecerles como de otro mundo. Ellos eran los guerreros de Dios, los soldados de Cristo, y estaban allí para defender a la cristiandad y para matar musulmanes. Así constaba en el discurso que les dedicara San Bernardo de Claraval y eso era lo que les habían enseñado y para lo que estaban aleccionados.


El asedio de Damieta acabó de manera inesperada. Los defensores musulmanes, aislados y sin alimentos, fueron muriendo de hambre y de enfermedades. Allí falleció, víctima de la fiebre, el maestre Guillermo de Chartres el 26 de agosto de 1218. Cuando los cruzados se dieron cuenta de lo que estaba pasando, se acercaron con cautela a la ciudad y la tomaron sin apenas lucha. Ya no quedaban hombres vivos o sanos. El sultán de Egipto ofreció un pacto: entregarles Palestina a cambio de la paz y de la devolución de Damieta, además de reintegrarles la Vera Cruz.


No se llegó a un acuerdo y se reanudaron las hostilidades. Los cruzados dominaban parte del delta del Nilo, pero estaban atrapados en un terreno pantanoso que además se inundaba cada año con las crecidas del río. En el verano de 1220 los musulmanes abrieron los canales aguas arriba y toda la zona se inundó, causando un enorme desconcierto en los cruzados, que iniciaron una desordenada retirada. Miles de musulmanes cayeron sobre ellos provocando una matanza. Los cruzados capitularon y abandonaron Egipto. La Vera Cruz, que el sultán había ofrecido devolver a los cristianos, no apareció.

Revolucion Inglesa


 
 

En el siglo XVII, Inglaterra rompió con la tradicional realeza de origen divino para abrir las puertas a la primera monarquía constitucional del continente europeo.



En el año 1603, el ascenso al trono inglés de Jacobo I, hijo de la ejecutada reina de Escocia, María Estuardo, unía estos dos reinos pero abría incontrolables perturbaciones políticas y religiosas.


La incapacidad y torpeza del rey le hicieron enfrentarse a tradiciones que habían sido materia intocable desde etapas muy anteriores. Dos años después, el siempre espinoso problema religioso mostraría toda su crudeza, cuando por la llamada Conspiración de la pólvora, un complot católico trató de suprimir al monarca y al mismo Parlamento. Mientras, la persistente persecución de los puritanos obligaba a tomar el camino de la emigración a las colonias americanas a contingentes cada vez mayores.



Para rematar el nefasto clima que se imponía, los parlamentarios se veían agraviados por la preponderancia de los círculos cortesanos. Altos funcionarios y consejeros regios se comportaban abusivamente y saqueaban impunemente los fondos públicos. Los elevados gastos del Estado eran sufragados por la imposición de tasas fiscales que encrespaban a la población y se decidían a espaldas del Parlamento.


Cuando, en 1625,su hijo Carlos I subió al trono, ya estaban dadas todas las trazas para los futuros acontecimientos, de los que sería principal protagonista y emblemática víctima.


Realistas y parlamentarios se enfrentan en una guerra civil
Tras una inicial etapa de entendimiento, fueron los envenenados motivos religiosos los que abrieron el enfrentamiento del monarca con el Parlamento. Primero, la pugna por los costes de las guerras exteriores y, más adelante, las permanentes quejas y protestas por la arbitraria actuación del rey y sus favoritos. Carlos pudo reinar durante una década, todavía dotado de incuestionado poder, prescindiendo del Parlamento. Hasta que, en 1640, las necesidades impuestas por la guerra contra los presbiterianos escoceses le obligaron a recurrir nuevamente a éste. Fue la etapa del efímero Parlamento Corto, que acabó en manos del absolutismo. Poco después, se abriría la etapa del Parlamento Largo, columna vertebral de la evolución política y militar que decidiría los siguientes años.


Mientras en Irlanda estallaba una grave insurrección, en Londres se delimitaban los dos bandos a contender. En 1642, tras el fracaso real de prender a los más destacados dirigentes parlamentarios, un comité de insurrección llamó al pueblo a la lucha y Carlos se vio obligado a huir a Escocia. La guerra civil estaba abierta. Pronto, el bando parlamentario impuso su superioridad, mostrada ya en las batallas de Ncwbury, Marston-Moor y Naseby Pero, ninguno de los dos grupos poseía el suficiente grado de unidad que le concediese una decisiva fuerza. En el realista, la ambigua y contradictoria actuación de Carlos sólo servía para confundir la situación. Los parlamentarios, por su parte, mostraban un insalvable foso entre radicales y moderados.


Tras un breve paréntesis, la guerra se reanudó, en 1648, y fueron el recio carácter y la expresa determinación de Oliver Cromwell los que, con la imposición de su mando supremo, terminaron con las debilitadoras divergencias. Fortalecido el bando parlamentario con una misma voluntad, asumió la nada fácil tarea de enjuiciar al rey, calificado como El Sanguinario, que había caído prisionero. Tras condenarle a muerte, Cromwell le envió al cadalso.


En la mañana del 30 de enero de 1649, el pueblo de Londres se arremolinaba expectante en Whitehall para presenciar la decapitación pública de su rey, Carlos I, de la familia de los Estuardo.


Tomado prisionero en la guerra, había sido juzgado por un tribunal, cuya legalidad rechazó expresamente, y declarado culpable, acusado de "tirano, asesino y enemigo de la nación".


Fiel hasta el fin a su papel, el orgulloso Carlos se habia abrigado bien, con el fin de evitar que el frío reinante le hiciese tiritar involuntariamente en el cadalso y que aquello se interpretase como una manifestación de miedo ante la muerte. Ya en el patíbulo, tras anunciar a sus verdugos que iba a rezar unas oraciones, les dijo:"Cuando esté dispuesto, os haré una señal para que descarguéis el hacha".


implacable, Cromwell, su gran oposior, había declarado poco antes:
"Nadie moverá un dedo para salvarlo ,Podemos cortarle la cabeza, incluso, con la corona puesta".


La del altivo Carlos sería la primera cabeza de un monarca europeo que rodaba sobre un patíbulo, a la vista de sus antiguos vasallos.


Mediante este histórico acto, el paso definitivo parecía estar ya dado sin posible marcha atrás. El nuevo Parlamento, depurado de los elementos disidentes y dueño absoluto de la situación, abolió la Monarquía y proclamó la Commonwealth, una particular forma de república. Crornwell se alzó como el indiscutido hombre fuerte de la situación. Durante los primeros años, gobernó con un Consejo de Estado, pero a partir de 1653 no ocultó sus tendencias dictatoriales. Una vez disueltos, tanto el consejo como el mismo Parlamento, que era la esencia misma del proceso revolucionario, se autotituló Lord Protector.


De la república de Cromwell a la monarquía constitucional
El gobierno de Cromwell debió enfrentarse a las costosas guerras contra irlandeses y escoceses. Finalmente, las victorias de Drogheda y Wexford sofocaron la insurrección en la isla vecina, mientras las de Dumbar y Worcester doblegaron a lo conflictivos vecinos del norte. En el interior del país la rigidez del sistema tampoco conseguía imponer la paz. Tras haberse sacudido el yugo de la vieja monarquía, los sectores más radicales no estaban dispuestos a admitir las formas dictatoriales. Además, el moralismo puritano que Cromwell imponía no hacía más que incrementar el número de sus enemigos interiores. Por si fuera poco, Holanda, la rival comercial, se consideró perjudicada por la Ley de Navegación británica y declaró una guerra que sólo terminó con la Paz de Westmjnster, en 1654.


Cuatro años más tarde moría Cromwell, dejando como heredero a su hijo Richard. De débil carácter, fue sólo un útil peón en los enfrentamientos internos. El empuje del ejército realista, que desde Escocia mandaba el general Monk, acabó en 1660 con la república e impuso la restauración de los Estuardo. Carlos II y su sucesor, su hermano, Jacobo II, nunca dejaron de pugnar con el Parlamento. Los hechos del inmediato pasado no habían sido en vano y la relación entre los dos poderes ya no podía ser la misma.


Asi, a la muerte de Carlos II y ante la compleja sucesión de Jacobo II, los parlamentarios optaron por una solución rompedora y llamaron al estatúder holandés Guillermo de Orange, casado con una hija del rey. A finales de 1688, desembarcaban en Inglaterra los nuevo monarcas, Guillermo y María.


Despues de deponer a Jacobo II y cambio del trono, aceptaban una Declaración de Derechos a favor del Parlamento. Era el triunfo de la denominada Revolución Gloriosa. Nacía una monarquía constitucional en base al principio de un contrato entre el monarca y los representantes del reino.


Desaparecía la monarquía de origen divino, sustituida por la voluntad popular. Además, una Ley de Tolerancia en materia religiosa sería el más decisivo instrumento de desarrollo de una sociedad más libre que las hasta entonces conocidas.


La pionera Inglaterra abría el camino.