Nacida como subproducto de la Guerra Fría, la frontera intercoreana discurre por la línea de alto el fuego que se fijó al finalizar la Guerra de Corea, en la que murieron tres millones de personas.
Es, de lejos, la frontera más fortificada del mundo.
Decenas de miles de soldados coreanos y norteamericanos custodian la frontera junto a la zona desmilitarizada o DMZ (curiosa ironía), una franja de territorio de más de 250 kilómetros de largo por cuatro de ancho.
Verjas, muros, campos de minas, detectores de movimiento… la zona es un polvorín desde hace décadas.
La guerra oficialmente nunca ha terminado (no hay tratado de paz al respecto) y el movimiento entre las dos Coreas está mucho más controlado que el que había entre las dos Alemanias hasta 1990.
Lo único bueno que se le puede encontrar al invento es que en el interior de la DMZ la naturaleza está intacta (cincuenta años sin presencia humana es lo que tienen) y residen especies en peligro de extinción que, de otra manera, difícilmente habrían sobrevivido.

Mapa de la división de Corea y la DMZ



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