Existen una serie de puntos destacables en la órbita de la Tierra alrededor del Sol.
Estos puntos son los solsticios y equinoccios (que marcan el comienzo de las estaciones), el perihelio (el punto en el que la Tierra está más cercana al Sol) y el afelio (el punto en el que la Tierra está más alejada del Sol).
Todos ellos son perfectos candidatos para marcar el comienzo del año, los más lógicos son los que marcan el comienzo de las estaciones.
En la siguiente figura se detalla aproximadamente la relación existente entre estos puntos.
Estos puntos son los solsticios y equinoccios (que marcan el comienzo de las estaciones), el perihelio (el punto en el que la Tierra está más cercana al Sol) y el afelio (el punto en el que la Tierra está más alejada del Sol).
Todos ellos son perfectos candidatos para marcar el comienzo del año, los más lógicos son los que marcan el comienzo de las estaciones.
En la siguiente figura se detalla aproximadamente la relación existente entre estos puntos.

Como vemos en la imagen anterior ninguno de los puntos indicados coincide con el año nuevo. El que más se le acerca es el perihelio, que se cumple el 3 de Enero (aunque puede variar unos días según el año), y por lo menos tendría un significado astronómico.
Sin embargo el perihelio tiene en realidad poco efecto sobre la vida en la Tierra, estamos más cercanos al Sol, pero la diferencia es mínima ya que la órbita de la Tierra aunque elíptica (dibujada de forma exagerada la mayoría de ocasiones) es en realidad casi una circunferencia.
La Tierra se halla a 147 millones de kilómetros del Sol en el perihelio y a 152 millones de kilómetros en el afelio. Esta diferencia de sólo 5 millones de kilómetros es inapreciable para nuestra vida cotidiana.
En la siguiente imagen se aprecia un poco mejor como la órbita de la Tierra es casi circular (es la representada en amarillo). Por ese motivo aunque La Tierra está más cerca del Sol en el perihelio en el hemisferio norte no notamos más calor, al contrario estamos en invierno.

Además se da el hecho de que el perihelio coincide en nuestra época casi con el año nuevo y el solsticio de invierno simple y llanamente por casualidad. Debido a la precesión de los equinoccios la posición del perihelio va recorriendo el calendario dando una vuelta completa al mismo al cabo de unos 26.000 años.
Si el perihelio realmente afecta poco a la vida diaria, los solsticios y los equinoccios en realidad sí que afectan, marcan el inicio y el fin de las estaciones.
En el solsticio de invierno la Tierra se halla en la posición que muestra la siguiente figura, con el Sol cayendo perpendicularmente sobre el Trópico de Capricornio, marcando el inicio del invierno en el hemisferio norte (y del verano en el hemisferio sur).

Cualquiera de los solsticios o equinoccios habrían marcado un perfecto inicio del año, sin embargo no es así.
En tiempos de la República Romana, los cónsules (máximos mandatarios) empezaban su mandato con la llegada de la primavera. Parece un momento adecuado para marcar el principio del año, la vida empieza a renacer y hemos sobrevivido un año más al duro invierno (por ejemplo los babilonios también celebraban el inicio de año con la llegada de la primavera).
Los cónsules romanos se ponían al mando de sus legiones expandiendo año tras año su dominio por todo el mundo conocido.
El calendario romano de la época era un caos, inicialmente tenía 304 días distribuidos en 10 meses (Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November y December). Los restantes días se añadían poniendo meses intercalares entre un año y otro. Se cree que fue el mítico rey Numa Pompilio el que decidió añadir 2 meses más al año (Ianuarius y Februarius), pero como el año tenía ahora sólo 355 días seguían necesitándose de vez en cuando meses intercalares. Además la cuenta de años seguía realizándose según el momento en el que los cónsules se ponían al mando de la república, con la llegada de la primavera.
Sin embargo, en el año 153 antes de Cristo algo inesperado ocurre en la conquista de Hispania por parte de los romanos. Los Lusitanos logran derrotar a las legiones romanas arrebatándoles sus estandartes en la batalla (algo verdaderamente humillante para los romanos, que los consideraban sagrados).
A la revuelta de los lusitanos se unen otras tribus, como los vetones y los celtíberos y la situación de Roma en Hispania estaba en un estado de suma precariedad. Roma necesita actuar y con rapidez, por lo que nombra a dos nuevos cónsules Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mummio dos meses y medio antes de lo normal, es decir, a principios de enero.
Posteriormente ese cambio de fechas pasó a ser permanente y los nuevos cónsules accedían a su cargo al principio de enero.
Probablemente consideraron más adecuado para las campañas militares poner al cónsul que las iba a llevar a cabo a prepararlas en invierno para que, cuando efectivamente se iniciaran en marzo, lo tuviera todo listo.
La revuelta en Hispania en el año 153 A.C. provocó un cambio en el inicio del año consular.
En la figura podemos ver el avance de las tropas romanas en la conquista de Hispania, que tardaron unos 200 años.

En época de Julio César el calendario romano seguía siendo un caos, el hecho de tener que introducir meses intercalares de vez en cuando para que las estaciones empezaran siempre en la misma fecha, unido al hecho de que no había ninguna norma fija que indicara cuándo incluir estos meses, provocaba abusos de distinto tipo. Así, la duración del año pasó a ser un asunto político y no astronómico, si querías permanecer más tiempo en el cargo no tenías más que añadir meses intercalares cuanto te viniera en gana.
Julio César, durante su dictadura, decidió acabar de una vez por todas con ese caos e instaurar un calendario, el Calendario Juliano, al que no fuera necesario añadirle meses intercalares para sincronizarlo con las estaciones. Simplemente añadió un día mas a algunos meses hasta completar 365 y había que añadir un día extra (bisiesto) cada cuatro años, haciendo de esta forma que la duración del año fuera de 365,25 días.
En realidad el año tiene 365,242189 días, por lo que fue necesario una mínima reforma más (el calendario Gregoriano) para evitar sucesivos desfases con el paso de los siglos.
Julio César también le cambió el nombre del quinto mes (Quintilis) poniendole el suyo, algo que Augusto repitió con el mes Sextilis, de ahí el origen de los nombres de los meses Julio y Agosto.
Después de que César diera tantas vueltas al calendario (el año 46 A.C. duró 445 días), no está claro el motivo por el que no hizo coincidir el 1 de enero con el solsticio de invierno.
Una posible explicación es que quizá por motivos supersticiosos decidieron que el nuevo año del nuevo calendario empezara con la luna nueva. De esta forma el 1 de enero del año 1 de nuestra era había luna nueva, y el solsticio de invierno quedó relegado al día 24 de diciembre.
La fecha del 1 de enero se mantuvo con la llegada del cristianismo porque enlazaba bien con la tradición cristiana, hay que recordar que Jesucristo era judío, y el momento en el que se presenta en sociedad un niño judío es en su circuncisión 8 días después de su nacimiento. Así Jesucristo habría nacido la noche del 24 al 25 de diciembre (el solsticio de invierno) y el 1 de enero se celebraría el comienzo del nuevo año coincidiendo con el día de la circuncisión de Jesús.
Aquí nos encontramos con otro problema, hoy en día la Navidad no coincide con el solsticio de invierno, que cae unos cuantos días antes (concretamente el 21 de diciembre).
El calendario Juliano no era exacto y provocaba un pequeño desfase con el paso de los siglos (en concreto unos tres días cada cuatrocientos años) y llegamos al Concilio de Nicea celebrado en el año 325 de nuestra era y convocado por Constantino I el Grande con el propósito de establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana.

En tiempos de Julio César el solsticio era el 25 de diciembre, pero en la época del Concilio de Nicea (casi cuatrocientos años después) éste ya se había adelantado tres días, siendo el solsticio de invierno el 21 de diciembre y no coincidiendo con la Navidad.
Entre otras cosas el Concilio también decidió la fórmula en la que se calcularía la fecha de la Pascua de Resurrección bajo estas premisas: se celebraría en domingo; no coincidiría con la Pascua judía y los cristianos no debían celebrar la Pascua dos veces en el mismo año.
Por ello se decidió que la Pascua se celebraría el primer domingo después de la luna llena una vez pasado el equinoccio de primavera. Como el equinoccio se había retrasado al 21 de Marzo por culpa de la imprecisión del calendario Juliano esta es la fecha que pasó a la posteridad como indicador del equinoccio a la hora de hacer el cálculo de Pascua.
De esta forma el Concilio de Nicea desligó para siempre el solsticio de invierno de la Navidad.
Hubo una posibilidad de volverlos a unir con la reforma que constituyó la adopción del Calendario Gregoriano en 1582. En esas fechas el equinoccio de primavera acumulaba un error de 10 días (sucedía el 11 de marzo). La reforma gregoriana corrigió ese error de 10 días (haciendo que el equinoccio volviera a ser el 21), pero no corrigió los tres días de error que se acumularon desde la institución del Calendario Juliano y la celebración del Concilio de Nicea (probablemente porque la fecha del 21 de marzo ya estaba demasiado instituida como para cambiarla a esas alturas).
Así vemos que el año nuevo y la Navidad están ligados al solsticio de invierno, pero diversas causas han provocado que estas fechas diverjan ligeramente con el tiempo siendo el solsticio el 21 de diciembre, navidad el 25 de diciembre y el año nuevo el 1 de enero.
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