martes, 16 de agosto de 2011

Eilmer de Malmesbury

El monje medieval que consiguió volar.


El sueño del hombre por volar se puede remontar hasta los inicios del mundo.

El poder tener unas alas y ascender hacia los cielos como si de un pájaro se tratase ha sido uno de los deseos más repetidos en los seres humanos.
Muchos fueron los que lo intentaron a lo largo de la historia hasta que los hermanos Wright lograron volar gracias a un avión el 17 de diciembre de 1903.


Pero, aunque muchos lo probaron sin éxito, deberíamos viajar en el tiempo y retroceder ocho siglos atrás para encontrar a un peculiar personaje que se propuso volar y durante un corto espacio de tiempo lo logró.

Su nombre era Eilmer (aunque en algunos documentos figura como Elmer o incluso Oliver), un monje benedictino adscrito a la abadía de Malmesbury en Wiltshire (Inglaterra), estudioso de las matemáticas y la astrología.
Le fascinaba la idea de poder volar, tal y como lo hicieron en la mitología Ícaro y Dédalo.


Siguiendo la estela de sus anhelos, ideó un prototipo de alas que, sujetas a sus brazos y piernas, le permitirían realizar el mismo movimiento que un ave.

Para ponerlo en práctica, Eilmer estudió cuidadosamente durante mucho tiempo las constantes del viento y presión atmosférica con el fin de realizar un vuelo perfecto.

En el año 1010 dispuso todo para probar su proeza. Sujetó las alas que había estado confeccionando a lo largo de los últimos años a sus brazos y piernas y desde la torre más alta de la abadía esperó para lanzarse en el momento más apropiado.

Y el momento llegó. El viento soplaba con una fuerza suficiente como para poder ayudarlo a conseguirlo y, a lo largo de 200 metros, Eilmer consiguió volar. Todo iba según lo había planeado, pero un cambio brusco en el viento hizo dudar al monje, haciéndole entrar en un ataque de pánico y precipitándolo rápidamente hacia el suelo.
El impacto le provocó importantes fracturas; la más grave, unarotura de ambas piernas, lo que obligó a Eilmer a guardar reposo durante un largo periodo de tiempo. Se entretuvo trabajando en un nuevo modelo de alas más perfeccionadas a las que le añadió una cola para controlar el viento y así evitar imprevistos precedentes.

No obstante, y a pesar de su recuperación, la caída le dejó secuelas importantes en una de las piernas, teniendo que caminar ayudado por un bastón.

Sin embargo, los nuevos planes del monje volador llegaron hasta oídos del Abad, que ordenó requisarle todos los planos y anotaciones sobre las nuevas alas a construir y le prohibió taxativamente cualquier otro intento de lanzarse al vacio para volar.

El relato de esta hazaña se ha podido saber a través de los siglos, gracias al libro "Anglorum Gesta Regum" que escribió, a finales del siglo XI, William de Malmesbury.

El lago del Cráter

El agua cubre la cavidad de una caldera volcánica formada luego de la imponente erupción hace unos 6.850 años.

Se lo conoce simplemente como Lago del Cráter (en inglés Crater Lake), y está situado dentro del Parque Nacional del Lago del Crater, en el estado de Oregon, Estados Unidos.
Aunque famoso por la belleza de su entorno y su agua de color azul intenso y transparente, las mínimas posibilidades de una erupción lo convierten en un verdadero paraíso dormido.


El lago tiene un diámetro aproximado de unos nueve kilómetros, y en su punto más profundo llega hasta los 594 metros.
Es de hecho el lago más profundo de Estados Unidos y el noveno más profundo del mundo.

El cráter se eleva hasta los 2.440 metros de altura. Además de lo imponente de su geografía, sus aguas, son unas de las más puras de todo el continente, una característica visible por su transparencia: en algunas mediciones, se detectaron unos niveles de transparencia muy elevados para una masa de agua natural, de hasta 43,3 metros.




















La belleza del Lago del cráter es innegable, aunque no es adecuado afirmar que no sea transitoria: el lecho del lago conserva actividad hidrotermal, un indicio de que el monte Mazama (el nombre de la elevación) puede entrar en erupción en algún momento imposible de preveer.