Austria es un país pequeño en comparación a naciones con las que linda directamente como lo podría ser Italia, pero la belleza tan particular de este corto territorio es una postal que se repite en cada pueblo y, como si esto fuera poco, tiene la gran particularidad de poseer paisajes cambiantes y discrepantes, cada uno con algo místico que lo hace maravilloso. Al sur del país en Alta Austria, más precisamente en el distritito montañoso de Salzkammergut, se encuentra uno de los destinos turísticos más recónditos e irrisorios del planeta, el cual ofrece una vista tan hermosa a los visitantes que la recorren, que lo más probable es que permanezcan allí más días de los estipulados anteriormente a sus vacaciones.
Atravesado por los Alpes calcáreos de Salzburgo y emplazado en la costa del Lago Hallstätter se encuentra el pueblo de Hallstatt, este tesoro de la naturaleza fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 1997. A su vez, el patrimonio arqueológico de dicho poblado es bastante reconocido, con una continuidad cultural de más de dos milenios y medio.
Hacia 1990 se encontraron en excavaciones más de 1.200 cráneos decorados, lo que dio a conocer una nueva forma de honrar difuntos dentro de la cultura de Hallstatt.
Las misteriosas historias que se enfocan sobre la Torre de Rudolf, junto a las minas de sal más antiguas del mundo son sitios de mucho interés para los turistas que se acercan al poblado, en su mayoría, para apreciar su belleza paisajística.
El paisaje es impresionante, con enormes montañas con cuevas (cueva de Hielo, cueva Mammuthöhle, cueva Koppenbrüller), lagos, fauna y flora bellísima.
La sal es el producto estrella y principal fuente de ingresos del pueblo.
Su explotación se remonta a mediados de la Edad de Bronce y fue la base de la riqueza de la zona.
Los objetos que se hallaron en las tumbas durante la “época de Hallstatt” (1300-400 a.C) son una importante muestra de la prosperidad. Estos objetos los podremos encontrar en el Museo Kulturerbe Hallstatt.
La mina de sal más antigua del mundo, así como el famoso campo de tumbas de Hallstatt los podremos encontrar en la meseta de la mina de sal, a la que se puede acceder a pie o en un funicular. Podremos admirar el conducto de agua salina más antiguo del mundo, el lago Hallstättersee (considerado el más hermoso del mundo), las cascadas Waldbachstrub y sus leyendas, y el jardín del glaciar de Hallstatt, en el valle Echerntal.


Su cultura es prehistórica, con influencia de otras culturas, (cultura de los Campos o la cultura de los Túmulos Célticos), y en la que es característico que existan pequeños poblados, con casas de planta rectangular, a veces rodeadas por murallas. También se caracteriza por sus ritos funerarios que comprenden la incineración y la inhumación. Además, está marcada por el creciente uso del hierro, destacando la destreza para su fundición.
Si nos centramos en la riqueza cultural, además del museo, no nos podemos perder la Iglesia Parroquial Católica con un retablo, frescos góticos y tres altares con alas, el cementerio montañés con pequeñas tumbas familiares, el osario Hallstätter Beinhaus (donde se encuentras los cráneos descorados con una flor o con una serpiente) y las diversas excavaciones arqueológicas.
La arquitectura de cada casa es especial, con adornos de madera típicos, pintadas de blanco y con techos negros, y con los balcones llenos de flores; y no podemos dejar de lado las costumbres del lugar. El pueblo es un laberinto de callejones y escaleras que dan a las casas. Entre las plazas, destaca la Markplatz, con su fuente central y sus fachadas cubiertas de enredaderas. Si buscamos un estilo de vida cosmopolita, aquí no lo encontraremos: no llegan a los mil habitantes, por lo cual es un destino ideal para relajarse y disfrutar de la belleza natural y cultural de la zona.