viernes, 22 de febrero de 2013

Cuatro estaciones del año




El ciclo de las estaciones es realmente importante para saber cómo funciona nuestra planeta.


¿Por qué tenemos estaciones?

En general, muchos creemos que las cuatro estaciones se deben a la distancia que existe entre la Tierra y el Sol, cuando la primera gira sobre su órbita. Sin embargo, esto no es del todo cierto; en realidad, las estaciones están producidas por la inclinación del eje de la Tierra, que es de 23,5 grados. Debemos tener en cuenta que la Tierra hace movimientos de traslación (alrededor del sol en una órbita elíptica) y de rotación (sobre su eje). A medida que la Tierra gira en torno al Sol, y al tiempo que su eje está inclinado, la luz del astro llega al planeta en diferentes grados y por eso tenemos diferentes estaciones alrededor del mundo.



La inclinación es mayor en el hemisferio norte en junio y por eso en ese momento allí es verano. De esta forma, en el hemisferio sur los rayos del sol están más bajos que en el norte, por lo cual se encuentran en el solsticio de invierno.


Además de los solsticios de invierno y verano, están los equinoccios de otoño y primavera. Estos son los días determinados que delimitan las cuatro estaciones del año. El solsticio es cuando el sol se encuentra en su punto más alto o más bajo en el hemisferio y a partir de ese día, las jornadas de luz solar son más largas o más cortas.

Por su parte, los equinoccios son los días en que el eje de la Tierra está lo más recto posible y los rayos del Sol caen sobre el Ecuador. Mientras que en un hemisferio es primavera, en el otro será otoño, y por tanto, habrá un clima más fresco aunque moderado. Esto se debe a la inclinación del planeta y la órbita elíptica alrededor del Sol.
Sitios sin cuatro estaciones

Es cierto que no en todos los países hay invierno, verano, primavera y otoño. Eso se da sobre todo en los trópicos, que son las zonas que están más en el centro el mundo, y por tanto la incidencia del sol allí es diferente.

Allí, los cambios entre estaciones no son tan notorios como en el hemisferio norte y sur, sin embargo, existe un claro indicador: el cinturón de lluvia tropical. Este cinturón cambia del norte al sur de los trópicos, dando dos estaciones principales: la estación seca y la húmeda.

Construcción pirámides de Egipto





Uno de los aspectos que más llama la atención acerca de estas colosales construcciones es la forma en la que hicieron, ya que entre otras cosas, los Hombres del Antiguo Egipto construyeron estas edificaciones hace más de 4.500 años, en medio del desierto y con herramientas que hoy no nos servirían prácticamente para nada.
Las pirámides de Egipto y la falta de evidencias



Los métodos, los medios y la forma en la que se construyeron las pirámides de Egipto es un tema que le ha quitado el sueño a los historiadores, arqueólogos y a diversos miembros de la comunidad científica durante muchos años. De hecho, aún hasta nuestros días es un tema de debate constante y todo ello se debe a que no existe absolutamente ningún registro que hable de los planes ni métodos para la construcción.

Así es que muchos arqueólogos e ingenieros, basándose en los pocos datos que se pueden recabar, han trabajado en formular diversas teorías para dar con la forma en la que se construyeron las pirámides. Algunas parecen ser muy eficaces mientras que otras parecen sacadas de un cuento de ciencia ficción, veamos algunas posibilidades.


La construcción de las pirámides



El proceso de construcción de las pirámides puede dividirse en unas cuatro etapas. En primer lugar se realizaba la topografía y la excavación para la pirámide, en este punto se buscaba el lugar adecuado, se le daba la orientación y se cavaban agujeros realmente gigantes, desde donde se comenzaría la construcción. Mientras tanto, se conseguían y se elaboraban los materiales necesarios para toda la construcción que en el tercer punto, se transportaban desde el lugar de extracción hasta la zona de construcción.



Eran cientos de miles de hombres, especialmente esclavos, que eran brutalmente explotados y que constituían la mano de obra fundamental para la construcción. Esta mano de obra constaba de muchísimos hombres provenientes de pequeños grupos aledaños capturados por los egipcios, los cuales se llevaban a Egipto y se esclavizaban para utilizarlos en la construcción de las pirámides.

El cuarto punto refería a la logística y la planificación del trabajo. Los egipcios debían mantener fuerte y bien alimentada a la mano de obra, por lo cual se los alojaba en las cercanías y se les daba de comer. Todo esto era supervisado por el faraón y los miembros más altos de la sociedad egipcia.

Cada parte del proceso era fundamental y absolutamente necesaria. En primera instancia, los ingenieros tenían que buscar el lugar adecuado en el cual se podía construir la pirámide. Allí se tenían en cuenta una amplia serie de factores, tales como la resistencia del suelo o su disposición con respecto a las estrellas; ya mediante ecuaciones y cálculos geométricos de acuerdo a la posición de las estrellas se calculaban las medidas necesarias y se realizaban los trazos necesarios para la posterior construcción.



Una vez se terminaba con los pronósticos, comenzaba el trabajo duro. Los esclavos debían extraer piedra caliza, granito, basalto y yeso sin herramientas de hierro, lo cual era un verdadero reto. Más aún era transportarlo a través del desierto, por lo cual el trabajo de los matemáticos y estrategas era fundamental para aprovechar la fuerza de los obreros al máximo. Ayudándose de diferentes materiales, como troncos, sogas y demás, los materiales se transportaban por ejemplo haciendo palanca.

No obstante, nuevamente, no existe una explicación 100% convincente acerca de cómo estos hombres llegaban a mover rocas de más 2.5 toneladas por medio del desierto y luego las apilaban a metros y metros de altura. En este caso, por ejemplo las ruedas no hubieran servido de nada ya que estaban en el desierto. Se estima que algunos materiales eran transportados en rodillos de madera y otros en barcos por el Nilo. Los egiptólogos estiman que durante la construcción, los trabajadores colocaban un promedio de 300 rocas de estas características por día.

Entre otras teorías, se mencionan métodos referentes a ruedas, como rodillos, sistemas de palanca, rampas......

martes, 19 de febrero de 2013

Velocidad de los planetas





En el sistema solar, nuestro sistema planetario, hay 8 planetas y 5 planetas menores o enanos. Todos ellos se encuentran en un constante y veloz movimiento que los hace orbitar alrededor del Sol, en un verdadero espectáculo espacial perfecto y asombroso.


¿Pero, sabes a qué velocidad se mueven los planetas del sistema solar?:

Velocidad de movimiento de los planetas en el sistema solar

Mercurio: 172.404 km/h alrededor del Sol y 10.83 km/h de rotación en el ecuador.

Venus: 126.108 km/h alrededor del Sol y 6.52 km/h de rotación en el ecuador.


Tierra: 107.244 km/h alrededor del Sol y 1674 km/h de rotación en el ecuador.


Marte: 86.868 km/h alrededor del Sol y 866 km/h de rotación en el ecuador.


Júpiter: 47.016 km/h alrededor del Sol y 45.583 km/h de rotación en el
ecuador.


Saturno: 34.705 km/h alrededor del Sol y 36.840 km/h de rotación en el ecuador.


Urano: 24.516 km/h alrededor del Sol y 14.794 km/h de rotación en el ecuador.


Neptuno: 19.548 km/h alrededor del Sol y 9.719 km/h de rotación en el ecuador.



¿Cómo se calcula la velocidad del movimiento planetario?




Ahora bien, nos conviene saber cómo es que se consiguen los resultados, es decir, cómo se calcula la velocidad en la que se mueven los planetas de nuestro sistema planetario y para ello debemos remontarnos varios años atrás en la historia.
Si bien es cierto que el gran Copérnico fue quien descubrió que los planetas giraban alrededor del Sol y no de la Tierra, lo cual fue un buen comienzo y un cambio absolutamente radical, fue Kepler quien en realidad describió correctamente qué era las órbitas, en las cuales los planetas realizan esos giros alrededor del ardiente astro.


A sus 27 años, Kepler trabajaba junto a Tycho Brahe, un astrónomo muy adinerado que se había pasado la vida observando los cielos, tomando anotaciones y formulando diversas observaciones acerca de los planetas. Brahe tenía su propia teoría geocéntrica del universo y le ocultó a Kepler muchas de sus observaciones ya que ayudaban a confirmar las teorías copernicanas. Pero cuando Brahe murió, Kepler se quedó con todos sus trabajos y escritos, y poco tiempo después describió lo que eran las órbitas por primera vez, además de enunciar las llamadas 3 leyes de Kepler.


Las 3 leyes de Kepler y el trabajo de Newton



Entre fines del siglo XVI y a comienzos del XVII, este científico alemán trabajó en las 3 leyes que llevaron su nombre. A pesar de que en un principio creyó que los movimientos planetarios tenían forma circular, no tardó en notar y aclarar que los planetas se mueven en órbitas elípticas y no circulares. Es precisamente esto lo que la primera ley de Kepler señala: que las órbitas de los planetas son elípticas y no circulares, teniendo al Sol como el punto fijo de enfoque.

La segunda señala que la línea (el radio vector) que une a un planeta con el Sol arrastra áreas idénticas en tiempos iguales, que básicamente significa que un planeta se mueve con mayor velocidad cuando su órbita lo acerca al Sol y más lento cuando ésta lo aleja, cuando la órbita oscila a una distancia mayor.

Por último, la tercera ley de Kepler es la que nos permite hallar esas velocidades matemáticamente. En esta ley establece una ecuación capaz de explicar la relación entre la distancia de un planeta desde el Sol y la duración de su período orbital. En esencia, la tercera ley dice que el tiempo que tarda un planeta en orbitar el Sol es proporcional a su distancia del Sol.



Si bien estas tres leyes son correctas, necesitaron de algunos retoques y fue Isaac Newton quien realizó estos ajustes. Mediante las leyes de movimiento y de gravedad, el señor Newton pudo demostrar ciertas inconsistencias en las leyes de Kepler. Entre otras cosas, él señaló que el Sol tampoco tenía una posición única y fija, ya que por las mismas fuerzas de gravedad, el Sol se mueve. Así Newton acomodó la tercera ley para poder adecuarla a la masa y la distancia de cada planeta en relación con el Sol. Aún en nuestros días, los científicos continúan intentando encontrar el método más adecuado para determinar la forma y la velocidad exacta en la que los planetas se mueven en el espacio.

Representación gráfica del movimiento orbital de los planetas del sistema solar.

viernes, 15 de febrero de 2013

Espías en la Edad Media


Mercaderes, embajadores o músicos itinerantes actuaban como informadores secretos de sus reyes en cortes extranjeras.



Si una profesión se ha perpetuado en el tiempo y ha estado presente en la historia de todas las sociedades humanas, ésta ha sido, sin duda, la de espía. Siempre que una comunidad ha tenido algo que proteger –un secreto político, una ventaja estratégica, un recurso económico– sus competidores se han esforzado en conseguirlo. En la Europa medieval, la multiplicidad de naciones y los enfrentamientos entre ellas hicieron imprescindible la presencia de los espías. De hecho, la primera vez que un documento recoge la palabra espía data de 1264, cuando los venecianos definieron con ese término a los alemanes que reconocían el territorio e indagaban entre los habitantes en busca de información. El escritor Tomaso Garzoni los definía como «una clase de personas que secretamente entran en una ciudad para referir a su propio ejército información acerca del enemigo».

En la Edad Media hubo numerosos tipos de espía. Uno de los más comunes era el emisario oficial destinado en territorio enemigo con la misión de entregar un mensaje. Podían ser des-de simples mensajeros hasta los más honorables enviados, llamados heraldos, pertenecientes a la aristocracia. Estos últimos, en principio, debían estar alejados de una actividad tan deshonrosa como el espionaje, pero en 1389 el heraldo de Luis III, rey de Sicilia, acusaba de deshonestos y espías a sus homónimos en toda Europa.


Todos sospechosos


En cuanto a los embajadores –enviados de un príncipe que residían de forma permanente en la corte de otro soberano–, se los consideró desde el principio como espías potenciales. Enrique V de Inglaterra, por ejemplo, decidió encarcelar a todos los embajadores franceses mientras desarrollaba sus planes de invasión del país vecino.

Aparte de estos espías «oficiales», por decirlo así, muchas otras personas podían cumplir ocasionalmente las funciones del espía: desde mercaderes y comerciantes, hasta músicos, médicos, juglares, religiosos o hasta peregrinos. Por ejemplo, un astrólogo español disfrazado de peregrino del camino de Santiago fue enviado a Inglaterra para participar en el asesinato del rey Enrique VII; como había perdido dos dientes y se le podía identificar fácilmente por esa tara física, se hizo fabricar dos de repuesto en marfil del mismo color que los demás.


Convertirse en un espía

En líneas generales, durante el Medievo se podían distinguir tres tipos de espía según la función que desempeñaban: el «espía real», el agente ocasional y el agente captado. El primero de ellos corresponde a lo que en Inglaterra se denominaba Master Spyour, «espía mayor». Se trataba de una persona del círculo del monarca: un amigo personal, cercano en el trato cotidiano, de la máxima confianza, que solía ser miembro de la Cámara del Rey. Su misión consistía en gestionar la información que llegaba al gobierno a través de la red de espías establecida por él mismo. Es curioso el caso de Jacobo IV, que tenía como espía mayor a un simple mozo de cuadra.

Frente a este oficial de la Corona estaban los agentes de campo, aquellos que captaban la información. La mayoría eran agentes ocasionales, que a veces se veían obligados a cumplir esa tarea obligados por la Corona, a causa de alguna falta cometida. La mayoría, sin embargo, lo hacían por dinero, pagado del propio peculio del rey bajo el epígrafe de «asuntos privados». Así recibía desde 1379 su paga anual de cincuenta marcos el espía inglés en Francia Nicolás Briser. Por la misma época un tal Frank de Hale, capitán en Calais, base inglesa al norte de Francia durante la guerra de los Cien Años, contaba con un presupuesto de 104 libras para pagar «diversos mensajes y otros espías [...], para espiar y saber la voluntad y los hechos de los enemigos de Francia», así como de 50 marcos para la propagación de rumores falsos.




Los agentes dobles


De todos los espías, el más útil era el agente captado, es decir, un espía enemigo descubierto y obligado a trabajar como agente doble. Aunque en la mayoría de los casos el agente descubierto era eliminado, se daba el caso de que pasara al servicio del príncipe que lo había capturado. Así pasó con Thomas Turberville, apresado por los franceses en 1294 y obligado a servirles en la corte de Eduardo I de Inglaterra, puesto que sus hijos fueron retenidos como rehenes en Francia. Al año siguiente Turberville fue desenmascarado, juzgado y, por último, ejecutado públicamente en la ciudad de Londres.

Por muy difícil que fuera captar agentes que obtuvieran una información veraz y útil, aún lo era más transmitirla hasta territorio seguro. Desde muy temprano en la historia se idearon sistemas de cifrado para proteger la información secreta. Los más sencillos consistían en sustituir letras por cifras. Al trocar las letras del mensaje en series de números o símbolos sin sentido aparente, se conseguía proteger la información. Eso sí, previamente había que entregar la clave de la cifra para el descodificado a receptor y emisor. Decenas de documentos bajo cifra descansan en el Archivo General de Simancas, ideados por el embajador de Isabel la Católica en Inglaterra, el doctor Rodrigo González de Puebla, y más tarde por el cardenal Granvela, con instrucciones y negociaciones sobre la boda del futuro Felipe II con la reina de Inglaterra.

Por el contrario, los agentes ocasionales –mercaderes, religiosos, músicos, campesinos, artesanos– empleaban métodos de espionaje más imaginativos. Los mercaderes al servicio del Consejo de los Diez, gestores del secreto en la Serenísima República de Venecia, desarrollaron un método metafórico en sus mensajes: cuando escribían paños bermejos, se referían a la armada turca; la armada española era codificada como paños verdes y el número de paños solicitados coincidía con las unidades militares; si recomendaban el uso del mantel de mesa estaban requiriendo la artillería, y si era obligatorio realizar el pago de una libra de seda por envío, los agentes requerían una partida de pólvora con urgencia.

No obstante, aun siendo importante proteger el contenido de los mensajes mediante cifras, lo era más garantizar el canal de comunicación entre los espías y los oficiales de la Corona encargados de transmitir los contenidos al gobierno. Durante la guerra de los Cien Años, Inglaterra desarrolló un corredor protegido para transmitir este tipo de informaciones. El punto de partida de los diversos agentes en el continente era la ciudad de Calais y el paso seguro para la entrega de información se realizaba entre la ciudad francesa de Wissant y la inglesa de Dover. Una vez en territorio insular, se habilitó un pasillo seguro hasta Londres, jalonado de postas, con parada obligatoria en las ciudades de Southwark, Canterbury y Rochester. En 1373 se disponía de un presupuesto de un marco por hombre y caballo al día.





Profesión de mala fama


En cualquier caso, en contra de la imagen romántica del espía aventurero difundida por la literatura y el cine, para la mayoría de las personas el espionaje constituía la más deshonesta de las actividades, pues se fundamentaba en la traición de la confianza obtenida. A través de la historia, el fin cantado de los espías fue la muerte, tras ser sometidos a los más variados métodos de tortura. Muy pocos espías desenmascarados lograron sobrevivir y los que lo hicieron fue a costa de doblar la traición. Asimismo, muy pocos hombres honorables se permitieron tal práctica en el Medievo; sólo en el siglo XX la figura del espía fue apartada del descrédito generalizado, de la infamia y de la calumnia.

lunes, 11 de febrero de 2013

Batalla de San Quintín

Felipe II







































En 1556 Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II. El legado del emperador Carlos no fue sólo la Península Ibérica, sino también los territorios europeos que controlaba el Imperio.



El primer problema que se encontró Felipe II al llegar al trono fue la ambición de Francia de apoderarse de Nápoles y la Lombardía. Esto quedó patente con la alianza entre el rey francés, Enrique II, y el Papa Paulo IV.


El monarca español ordenó entonces al duque de Alba marchar con sus tropas contra los Estados Pontificios, llegando éste hasta las puertas de la misma Roma. Temeroso entonces el Papa de que se produjera un saqueo solicitó un armisticio que le fue concedido inmediatamente, ya que Felipe II no quería enemistarse con el papado puesto que España era un referente entre las naciones cristianas.


En estas estaban cuando el francés duque de Guisa se acercó a Nápoles aunque no avanzó gran cosa en la conquista de este reino. Felipe II, entonces, ordenó al general Manuel Filiberto de Saboya la invasión de Francia.


En una jugada magistral, el duque de Saboya hizo creer a los franceses que se dirigía con su ejército hacia Guisa, lo que determinó un error estratégico por parte de Francia, que envió a sus tropas al lugar equivocado. Lo que hizo el general español fue dirigirse hacia San Quintín, localidad situada en la Picardía, al norte de Francia. El ejército español estaba formado por unos 60.000 hombres, 16.000 jinetes y artillería, más 7.000 soldados ingleses que se sumaron debido al vínculo de Felipe II con María Tudor.



Grabado sobre la batalla de San Quintín (Sebastian Münster. 1598)


Cuando los franceses fueron conscientes del engaño ya era demasiado tarde. Acudió el condestable Montmorency con 30.000 hombres y 6.000 caballos e intentó vadear el Somme para llevar refuerzos a la plaza. Enterado el general español, reforzó la defensa del vado con 500 arcabuceros haciendo retroceder a los franceses, que en su intento de retirada se toparon con la caballería española sufriendo una importante derrota.


Tan desconcertados quedaron los franceses con esta derrota, que los generales españoles propusieron abandonar San Quintín y marchar sobre París. A Felipe II no le gustó la idea y ordenó finalizar primero la toma de San Quintín cometiendo quizá un error, ya que mientras sus ejércitos se demoraban allí los franceses tuvieron tiempo de reorganizarse y llegar a París a tiempo para defenderla.


En conmemoración por esta victoria Felipe II ordenó construir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El monasterio fue dedicado a San Lorenzo por haber tenido lugar la batalla el 10 de agosto, festividad de este santo.

Guerreros Aztecas



La guerra es un acto social que se repite en todas las culturas y como tal refleja las jerarquías sociales a través de trajes, insignias y ornamentos distintivos. En la sociedad azteca todos estos aspectos estaban perfectamente reglamentados y eran de gran complejidad, como se observa en las numerosas obras de arte, incluidos los códices que, junto a las crónicas de la epoca, ofrecen abundante información y ayudan a recomponer el contexto militar.


«Es una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra» afirmaba contundente el Conquistador Anónimo, un compañero de Hernán Cortés, para referirse al ejército azteca, con quien libró más de una batalla. Y es que, según nos cuentan las crónicas, los guerreros aztecas vestían espectaculares trajes de batalla elaborados con plumas multicolores, pieles de jaguar, turquesas, corales, plata y oro, que exhibían orgullosos porque los gobernantes aztecas «cuidaban mucho distinguir las personas por sus insignias, sobre todo en la guerra». La mayor parte de la información sobre la guerra azteca, sus armas y sus trajes procede de las crónicas que nos legaron aquellos hombres que, en los primeros años, tuvieron la oportunidad de ser testigos directos. Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo son los más conocidos, pero otros muchos, que les acompañaron en la conquista de México, pusieron a nuestra disposición sus observaciones,aunque no sólo conquistadores, sino también religiosos, como Bernardino de Sahagún o Diego Durán, recogieron testimonios de los propios indígenas, para guardar en la memoria la historia de un pueblo , sin olvidar las obras de los primeros escritores mestizos, Tezozomoc, Ixtlilxóchitl o Chimalpahín, que se interesaron por la vida de sus antepasados indígenas y también dejaron vivos testimonios de un pasado rico y complejo en asuntos militares.

Otra fuente importante son los códices o libros pictográficos donde los aztecas y otros pueblos mesoamericanos registraron su historia, su economía o su religión, si bien es cierto que tras la conquista sobrevivieron pocos de estos libros, no es menos cierto que tras ella surgieron otros nuevos por interés de la Corona o de las comunidades indígenas o de particulares, para legitimar sus posesiones o reclamar las que creían que por derecho les pertenecían.

LOS GUERREROS AZTECAS

El ejército azteca estaba altamente especializado, ampliamente respaldado por la sociedad y el Estado, que no dudaba en destinar grandes recursos a los asuntos militares y no me refiero únicamente a los inherentes al despliegue bélico, sino a la existencia de tribunales castrenses, edificios para sus ritos y reuniones, también buena parte de los productos de lujo que se reservaban para recompensar las hazañas guerreras, además de incluir en el calendario gran cantidad de fiestas relacionadas con el mundo militar. Sin duda, éstas eran las que más predicamento social tenían, porque en ellas el Estado hacía gala , haciendo partícipe de los triunfos militares a toda la comunidad, en grandiosos espectáculos públicos donde se recompensaba a los mejores guerreros y se les encumbraba a la categoría de héroes.

Otros recursos del imperio financiaban "escuelas militares" a las que una gran mayoria de jóvenes aztecas, nobles o plebeyos, tenían la obligación de asistir.

En ellas impartían el entrenamiento necesario y cuando estaban preparados hacían su primera incursión en el campo de batalla, bajo la supervisión de un guerrero experimentado.

Primero acarreando los pertrechos y poco a poco interviniendo en las refriegas, hasta labrarse un futuro prometedor a través de la captura de enemigos.

El número de prisioneros y si se hacían en solitario o en grupo marcaba el ascenso militar. Los distintos grados, las unidades tácticas, incluso la filiación étnica quedaban definidas por el uso distintivo de los trajes, las divisas,las armas y los peinados, todo ello regulado en unas ordenanzas dictadas por Moctezuma . En ellas dejaban claro quién, por qué y en qué circunstancias podía vestir de determinada manera e infringir estas normas se pagaba con la vida.

Los nobles estudiaban en el calmecac y terminaban su formación en el telpochcalli. La primera era una escuela para oficiales y en la segunda recibían la formación física, aprendían el manejo de las armas y las técnicas del combate cuerpo a cuerpo.

Tras el tlatoani o casi parejo a él estaba el cihuacoatl que compartía con él las tareas de gobierno, a continuación el tlacochcálcatl y el tlacatéccatl,ambos eran grandes generales. Entre sus funciones estaba asesorar al tlatoani en cuestiones de gobierno y declaraciones de guerra, presidir los tribunales militares, gobernar las guarniciones que el imperio establecía en las zonas fronterizas y, por supuesto, encabezar y dirigir las campañas militares.

Existe mucha dificultad para discernir con claridad la cadena de mando en el ejército azteca y no tenemos evidencias contundentes para asegurar quien de los dos tenía mayor rango. En mi opinión, el tlacochcálcatl tenía mayor responsabilidad, ya que custodiaba la armería y, además, tras la victoria contra los tepanecas, cuando los aztecas repartieron dignidades y recompensas, a Tlacaelel le otorgaron este nombramiento y a Moctezuma el de tlacatéccatl , y es sabido que en esa época Tlacaelel tenía más peso político que Moctezuma en el gobierno de Itzcoatl. Incluso, cabe la posibilidad de que igual que en el gobierno el tlatoani y el cihuacoatl casi estaban equiparados, hay quien habla de gobierno par, quizás ese reflejo dual también se repitiera en el ámbito militar, con los cargos del tlacochcálcatl y del tlacatéccatl. Esta paridad fue difícil de comprender por los cronistas en el caso del tlatoani y del cihuacoatl y tal vez ocurrió lo mismo con los militares,creando la confusión en las fuentes que persiste hasta nuestros días.

Entre los nobles también estaban los sacerdotes que, instruidos en el calmecac, formaban parte importante de las tropas imperiales. Encabezaban la marcha del ejército, portando las imágenes de los dioses protectores, pero no solo se limitaban a eso, sino que peleaban en las batallas y ascendían en el escalafón al demostrar su pericia en el combate, aunque al parecer necesitaban más méritos que el resto de los guerreros nobles para obtener los mismos grados. También eran los encargados de «apresar» a los dioses de los pueblos vencidos, para ubicarlos en el templo que se había construido en Tenochtitlan para este efecto.

Esto no sólo afectaba a los nobles, sino que los jóvenes plebeyos también debían acudir al telpochcalli para adquirir la formación militar. Ir a la guerra era la ocupación principal del hombre azteca y como el sistema militar era meritocrático constituía una de las pocas vías de ascenso social. Aunque, las acciones de los plebeyos eran recompensadas, el ejército limitaba para los nobles ciertos puestos y el acceso a las exclusivas sociedades militares, no obstante, el sistema de promoción era el mismo para ambos,ya que los ascensos se obtenían por méritos en la batalla, especialmente por el número de enemigos que se capturaban, si se hacían solo o entre varios y también contaba el rango que tuviera el prendido, así como el lugar de origen.

El joven guerrero tenía hasta tres oportunidades para hacer su primer cautivo en la guerra, aunque no lo hiciera solo, pero si no lo lograba, entonces también era señalado y «llamávanle por afrenta cuexpalchicácpul, que quiere dezir «vellaco que tiene bedixa en el cogote».

Las dos primeras capturas en solitario eran muy celebradas. El novato recibía el nombre de «telpuchyaquitlamani, que quiere dezir «mancebo guerrero y captivador», en esta ceremonia se teñía el cuerpo de amarillo y la cara de rojo, con las sienes amarillas y recibía del gobernante dos mantas y dos maxtles o bragueros con diseños distintivos de su nuevo rango,para que públicamente fuera reconocido su esfuerzo «y de allí adelante tenía licencia de traer mantas y maxtles labradas siempre».

Haber realizado tres capturas no solo proporcionaba recompensas materiales, sino que permitía capitanear una compañía y enseñar en el telpoch. Con cuatro o cinco capturas el guerrero entraba en la élite militar. Se le nombraba tlacochcálcatl o tlacatécatl y podía frecuentar los espacios destinados a los altos mandos.

De seis a diez capturas, recibían las mayores honras y recompensas materiales, pero a partir de este momento habían alcanzado el techo en la escala militar y la única forma de aumentar el prestigio social era cautivando enemigos de provincias muy concretas, con fama de valientes. Éstas eran Atlixco, Huexotzingo o Tliliuhquitépec.

El ascenso en el complejo mundo militar no se circunscribía al reparto de mandos y condecoraciones, sino que antes había que dilucidar complicados aspectos como la autoría de las capturas, entre cuantos se habían hecho, la procedencia de los prisioneros, todo ello se llevaba a cabo en los tribunales militares y se aplicaban las rígidas leyes que permitían, más tarde, honrar a cada valiente de acuerdo a derecho, en solemnes y magníficas fiestas públicas donde se les recompensaban con valiosísimos trajes militares, insignias y ornamentos, procedentes de todos los rincones del imperio.



El nombre genérico para designar al traje que usaban en la batalla era tlahuiztli. Como hemos visto, al inicio de la carrera militar tanto los nobles como los plebeyos partían de cero hasta hacer su primera captura, tras la cual se les permitía utilizar en la batalla una ichcahuipilli o armadura de algodón y una coleta con un mechón recogido en la coronilla . Pero a partir de este momento sólo los nobles podían disfrutar plenamente de ascensos y todo tipo de recompensas sin restricciones.


Los trajes de los nobles estaban realizados con materiales que los plebeyos no podían utilizar, principalmente plumas. Estos trajes se colocaban encima de la armadura de algodón que, junto a los impresionantes penachos de plumas sobre la cabeza, les proporcionaba una imagen formidable frente al enemigo. Dentro del mismo grado militar encontramos variaciones que se definían a través del color, las divisas o refinados ornamentos, como los nobles de más alto rango ingresaban en las prestigiosas sociedades militares que, como tales, tenían sus elementos distintivos. Estaban formadas por la elite militar y disfrutaban de amplísimos privilegios. Para ser miembro había que pasar por ritos y ayunos de extrema dureza, tras los cuales el tlatoani, en celebración solemne, procedía a horadar la nariz de los nuevos miembros y les otorgaba sus armas e insignias características. Estos guerreros no promocionaban más aunque fueran incrementando el número de cautivos ,en las guerras y para ser miembros debían apresar a cinco guerreros de las provincias de Atlixco, Huexotzingo o Tliliuhquitépec y si dos de ellos procedían de Atlixco o Huexotzingo era «tenido por terrible y valentíssimo».

Sus privilegios no acababan en el vestir, sino que disfrutaban de exenciones fiscales, de un lugar específico de reunión llamado quauhcalli o «casa de las águilas», ubicado en el centro ceremonial, de tribunales para juzgar sus asuntos y el tlatoani los distinguía con su amistad. Estas sociedades estaban representadas por animales totémicos que conferían sus cualidades a los guerreros y aunque las más conocidas eran las águilas y jaguares, también existían otras como los coyotes o los admirados otomíes o cuachic que, siendo en extremo valientes, no estaban representados por ningún animal.



Guerrero Otomí

Otomíes y cuachic compartían el juramento de no retroceder ante el enemigo, custodiar a los novatos en la batalla y ser considerados los guerreros más valientes del ejército imperial.

Guerrero Cuachic
Estos guerreros eran los más valientes de la elite azteca por haber «sobrepujado sus hechos y valentías, en número de veinte». Su aspecto era tan feroz que no necesitaban ningún traje especial para inspirar terror en el enemigo. Iban prácticamente desnudos, sin que las inclemencias del tiempo hicieran mella en ellos. Utilizaban peinados y pinturas corporales como distintivo de su pertenencia a esta unidad. Su valor era legendario de tal forma que preferían morir antes que retroceder.

Se les encomendaban misiones de alto riesgo como la de internarse en territorio hostil, para obtener información vital para la estrategia del combate y en la batalla cada cuachic debía velar por la vida de tres o cuatro novatos porque se les consideraba «amparo y muralla de los suyos» y eran capaces de permanecer inmóviles, sin comer o beber, varios días para alcanzar su objetivo. A esta orden pertenecían miembros tan prestigiosos como Tlaacahuepan, uno de los hermanos de Moctezuma Xocoyotzin y según Clavijero el mismo tlatoani.




Guerrero águila

Sin duda es el guerrero que alimenta el imaginario azteca, sin embargo es una paradoja comprobar que, a pesar de ello, no es el más representado, quizás la razón se deba a su propia exclusividad ya que sobre la armadura de algodón se ponían un mono recubierto de plumas y éstas eran un producto de lujo muy exclusivo, que sólo algunos privilegiados podían utilizar con permiso real. El traje se acompañaba de un casco con la forma de la cabeza de un águila, por cuyo pico abierto el guerrero mostraba su rostro.


 
Guerrero Jaguar
Junto al guerrero águila el ocelotl o guerrero jaguar es la tipología que más se asocia con la ideología guerrera azteca y como señala Justyna Olko la identificación guerrero-azteca guerrero-jaguar debió estar fuertemente arraigada hasta bien entrado el siglo XVIII, por su representación en documentos de esa época. Este traje aparece en las listas de tributos exigidos a diferentes provincias. Una veces confeccionado y otras simplemente las pieles curtidas. Era de cuerpo entero, atado por la espalda y elaborado en algodón, imitando la piel del felino, o con el propio cuero. Los había de distintos colores y, a veces, por su iconografía parecen estar elaborados con plumas. En cualquier caso, los aztecas eran expertos tintoreros y los productos para teñir garantizaban su permanencia tras los lavados. Además del traje completo había otro que se hacía de tiras de piel llamado oceloehuatl que podían usar los plebeyos cuando alcanzaban la máxima categoría militar.




Guerrero coyote

Estos trajes los exigía Tenochtitlan como tributo a diferentes provincias para recompensar a los guerreros que tenían al menos seis capturas individuales. Eran trajes de cuerpo entero, atados por la espalda. Los hay de diferentes colores y materiales como el tozcoyotl con plumas amarillas de papagayo, el citlalcoyotl con plumas de pava y cuyo diseño representaba el cielo estrellado, el blanco o coyotiztac, el denominado tlecoyotl o coyote de fuego, que se decoraba con plumas brillantes o flecos teñidos de algodón o papel, el tlapalcoyotl de color rojo. Llevaban casco con forma de cabeza de coyote, rematado con un penacho de plumas de quetzal y utilizaba escudos de tipología variada cuexyo, xicalcoliuhqui o tlilxapo . No parecen llevar asociada ninguna divisa, aunque en los Primeros Memoriales sí aparecen como tal en varios colores.




Guerrero Tzitzimitl

Los tzizimines eran una especie de «monstruos» que amenazaban a los mortales en los momentos de oscuridad, como eclipses o durante la ceremonia del Fuego Nuevo. El traje era de una pieza, atado por la espalda, de color blanco, azul o amarillo y en el pecho llevaba dibujado un corazón o un hígado. Lo más espectacular era el casco que representaba una calavera humana, por cuyas mandíbulas abiertas el guerrero veía, en la parte alta llevaba una concha o una flor y se remataba con un penacho de plumas verdes. El escudo que utilizaba era del tipo Cuexyo (verde/rojo) y xicalcoliuhqui . Este traje parece de uso exclusivo del gobernante y el tlacochcalcatl o Jefe de la Casa de los Dardos.

Guerrero Xipe Totec
Xipe Totec era un importantísimo dios al que se le dedicaba una de las festividades más relevantes del calendario azteca: la fiesta de Tlacaxipehualiztli. De todos los tipos de trajes para nobles éste parece ser el único que vestía exclusivamente el tlatoani o gobernante Moctezuma Xocoyotzin lo llevó en su guerra de coronación, en color rojo. No solo hacen referencia a ello las fuentes escritas, sino que existen relieves esculpidos en las rocas de Chalputepec, aunque muy deteriorados. Los cronistas corroboran que Moctezuma Ilhuicamina inauguró la costumbre de que los tlatoque aztecas se retrataran en el cerro de hapultepec, vestidos con el traje de Xipe Totec. William Barnes observa que las características ofrecidas por Sahagún en el Códice Florentino no se ajustan a Xipe, sino a los xipeme o ayudantes del dios. Sin embargo, las figurillas que convencionalmente se atribuyen esta deidad, sí representan a los gobernantes aztecas con su traje de guerrero. El escudo que acompañaba a este traje tiene un diseño tripartito que Seler vincula a las tres naturalezas del dios. Este diseño puede apreciarse en la piedra chimáis, en Cuernavaca. Para Barnes la vinculación directa de Xipe con la guerra se concreta en que los círculos rojos del escudo pueden referirse al sol naciente. Es decir,«cuando Xipe lleva este escudo sería una personificación de los espíritus de los guerreros muertos que eran responsables de llevar al sol desde su nacimiento en el este cada día, hasta el cenit». Otro elemento distintivo de este traje era el teocuitlahuehuetl o tamborcillo que llevaba en la espalda y,por supuesto, no podemos obviar el atributo que identifica directamente a este dios: la piel de los desollados. En los códices, en las crónicas y en las esculturas se muestra y menciona abiertamente que los gobernantes aztecas se vestían con una especie de monos realizados con piel humana.



Guerrero huaxteco o cuextecatl

La Huaxteca era una región que los aztecas codiciaban por sus productos costeros y por el acceso a vías comerciales importantes. En 1440 el primero de los Moctezuma se lanzó a su conquista, sin embargo entre los tributos que impuso no estaba el traje de guerrero que llevaba su nombre y que gozó de una enorme popularidad, ya que todo guerrero que hubiera realizado dos capturas podía utilizarlo.Era un traje completo, atado por la espalda, de color rojo, azul, amarillo o bicolor con unas rayas negras horizontales. En lugar de casco llevaba un gorro puntiagudo denominado copilli, que en la parte frontal tenía un circulito de oro. Se completaba con otros adornos como la yacameztli que era una nariguera con forma de media luna elaborada en oro y un pendiente largo de algodón. Este guerrero también tenía derecho a usar sandalias y mantas de ciertos diseños, con las que se reconocía su categoría militar cuando estaba fuera de servicio.








Los caballeros pardos
En la sociedad azteca la guerra era casi la única posibilidad de ascenso social y la forma de hacerlo era la misma para nobles y plebeyos. Sin embargo, en la práctica los plebeyos no podían alcanzar las mismas consideraciones que los nobles. Si bien el rey recompensaba a todos los valientes, éstas no eran del mismo valor para unos que para otros, incluso, aunque pudieran llegar a ser guerreros de élite, no formaban parte de las sociedades de los nobles. Estos esforzados plebeyos a lo más que llegaban era a caballeros pardos.

«Para los cuales tenían particulares premios y mercedes, con que los diferenciaban de los nacidos de principales, dándoles particulares divisas y armas, para que, en fin, fuesen conocidos por caballeros privados pardos y diferenciados de los demás»Con los mismos merecimientos que los guerreros águila o jaguar, pero para distinguirlos de los nobles, se les nombraba caballeros pardos. Era la sociedad de elite entre los plebeyos y la ceremonia de su dictado era presidida por el tlatoani con gran solemnidad. En ella se les cortaba el mechón a la altura de las orejas y se les daba una armadura recubierta de piel de ocelote o de venado blanco y un maxtlatl o braguero que le llegaba hasta las rodillas, además de una rodela blanca con cinco «pegujones de plumas», orejeras y bezote. Otros privilegios eran el uso del algodón en su vida cotidiana, permanecer calzado en la corte, comer en ella cada día, si lo deseaba, tener más de una mujer, siempre y cuando pudiera mantenerlas, estar exento de tributar y «comer carne de hombres y beber vino –entiéndase públicamente, que en escondido todos lo bebían–».
«De esta manera eran premiados los hombres bajos para diferenciarlos de los hombres de linaje. La cual diferencia consistía en que los caballeros de pies a cabeza vestían de armas todas de plumas sobre el estofado, y a los que no lo eran, no les daban cosa de pluma, sino, sobre el estofado, cuero de diferentes animales. La causa era porque había pragmática que la pluma no usase sino a quien los reyes diesen licencia, por ser «la sombra de los señores» y reyes, y llamarla ellos por ese nombre».

En la práctica, los plebeyos conseguían cierta movilidad social a través de la carrera militar, pero controlada y para que quedara claro quien era quien, los trajes, las divisas y los ornamentos cumplían esta función, frente a la sociedad.




Divisas o estandartes

Los estandartes eran como banderas que los guerreros llevaban sujetos en la espalda y que tenían diferentes funciones. Existen muchas y de gran complejidad, que reciben nombres distintos complicando su identificación y asignación a una u otra categoría militar. Por eso estas características generales las aplicamos a todas ellas para no reiterarnos.

El nombre corriente era Pamitl que se traduce por bandera o estandarte,se elaboraban con materiales frágiles y muy ligeros como cañas, con las que se realizaban bastidores sobre los que ataban o pegaban plumas, u otros elementos para crear diferentes diseños, desde los más sencillos hasta los más sofisticados.

Su multifunción queda descrita en las fuentes ya que servía para identificar a las naciones o a los grupos que intervenían, para reagrupar a los escuadrones en el fragor de la batalla, para diferenciarse del enemigo y para amedrentarlo. A nivel individual identificaba al guerrero de alto rango y también marcaba el aposento del gobernante en el campamento:«hazen allí fuertes y tiendas, buhíos muy rrezios, fuertes, y toman luego la diuisa del rrei de preçiada plumería del rrey Ahuitzotl, hera un cuaxolotl de oro muy luçido, ençima de la tienda y xacal del Ahuitzotl le ponen por señal estar y rresidir allí el rrey Ahuitzotl.»

Si bien el estandarte ofrecía estas utilidades, también planteaba desventajas al proporcionar valiosa información al enemigo, como por ejemplo cuando Cortés

«vio en cima de un otero, en unas andas, un caballero mandando, ricamente vestido y empenachado, con una rodela dorada, y que la bandera y señal real que le salía por las espaldas era una red de oro que los indios llamaban tlahuizmatlaxopilli, que le subía diez palmos por cima la espalda, y [...] llegó a él y hirióle y derribóle; apeáse Juan de Salamanca y cortóle la cabeza y quitole la bandera [...] y fue de tanto provecho esto que luego los indios, viendo caer la bandera, cesaron de pelear y comenzaron a retirarse».

La divisa a la que hace referencia Torquemada era la espectacular Xopilli, pero existían muchos modelos y dentro de cada tipología había variaciones, generalmente asociadas al color de las plumas y a los productos con los que se elaboraban, por lo que sólo nombraremos algunas de ellas, sin abundar en las características generales que todas comparten.

Pamitl
Se componía de un mástil al que se le añadía una bandera y un penacho de plumas. La forma más sencilla era la de un sólo mástil aunque, como vemos en los códices, la macuilpamitl podía tener hasta cinco. Estaba realizada con oro y plata, con plumas de quetzal, de garza o de turpial.

Copilli
Esta divisa tenía dos variedades, la similar al gorro del traje huaxteco y la achatada. Se realizaban con valiosas plumas de garza o de quetzal.

Cuaxolotl

Era una de las divisas más sofisticadas, tenía forma de paraguas abierto,rematado en la parte superior con una calavera o con una cabeza de perro,aludiendo a Xólotl. Era la divisa personal del rey Ahuitzotl.

Divisas de aves completas
No menos espectaculares eran las divisas que representaban aves completas, de forma tan fidedigna que «paresçía biua». Las aves que se representaban podían ser garzas, águilas o la quetzaltototl con hermosas plumas de quetzal. Aparecen en contextos del más alto rango, concretamente ligadas a la casa real de Tenochtitlan desde el reinado de Axayacatl, padre de Moctezuma: «estas armas fueron del rrey Axayacatl, [...] una diuisa de oro llamado teocuitlatontec, con una abe ençima dél, tlauhquechol». El mismo Moctezuma la vistió en numerosas ocasiones: «el rrey Monteçuma [...] con una diuisa de muy rrica plumería y sima una abe, la pluma dél muy rrica, rrelumbrante, llaman tlauhquecholtontec, yba puesta que paresçía yba bolando.», y la obsequió a quien quería distinguir, como a los altos dignatarios que invitó a la fiesta de Tlacaxipehualiztli que les entregó «diuisas con las abes tan supremas de tlauhquechol y tzinitzcan»

Itzpapalotl o Mariposa de obsidiana
Esta la divisa remite a los pectorales que llevaban los guerreros en Teotihuacan y Tula con forma de mariposa. Las hay de muchos colores y en su elaboración intervienen materiales valiosos, por lo que se repartía a guerreros de altísimo rango, especialmente la variedad negra, recubierta con plumas de cuervo. Este tipo de divisa fue un regalo de Moctezuma II a los representantes michoacanos y yopes, en la ceremonia de su coronación.

«a los de Mechuacan dieron las diuisas y armas de mariposas de oro,con los materiales que alas azules las mariposas. Y a los yupicas les dieron de otro género de armas de mariposas sobre las diuisas de color de nauaja negra y leonada»

Xopilli
La xopilli aparece repetidamente como tributo en el Códice Mendoza y en la Matrícula de Tributos. Tiene forma de gota de agua, con plumas de quetzal y toques amarillos, rojos o turquesas. Se entregaba a los guerreros otomíes que hubieran cautivado cinco o seis enemigos. Esta divisa es la que portaba el capitán mexicano al que Cortés derrotó en los llanos de Otumba y que ofreció a sus colabores tlaxcaltecas a cambio de su hospitalidad3: «sacó el estandarte y armas del general mexicano; púselo por su mano en la de Maxixcatzin».

Tozcololli, o «insignia serpentina»
La tozcocolli era como «rrío corriente, el rrío de oro o dorado», elaborada con plumas amarillas de papagayo. Por su forma ondulante se la ha relacionado con el cordón umbilical (toxicocolli) y también con la piel arrugada de los desollados, vinculándola con el dios Xipe39. Si bien esta asociación debe tomarse con cautela, no cabe duda de que entre tanta variedad de estandartes algunos sí estaban claramente relacionados con los dioses,como la Quetzaltonatiuh que representaba al sol, enmarcado en plumas de quetzal. Naturalmente, esta insignia tenía un alto valor y sólo la portaban los nobles o personajes muy escogidos a los que el tlatoani quería distinguir. Tal fue el caso del famoso guerrero Otomí Tlahuicole, que al ser apresado por el ejército mexicano Moctezuma le ofreció esta divisa en reconocimiento de su valor.

Patzactli y momoyactli
Sobre este dispositivo existen ciertas discrepancias ya que a veces se representa directamente sobre la cabeza como si fuera un penacho y otras como una divisa sujeta a la espalda, que recibe el nombre de momoyactli. Para su elaboración se utilizaban plumas rojas, negras o verdes. Ésta última se denominaba quetzalpatzactli por estar realizada con plumas de quetzal y por su alto valor se entregaba a los dos altos mandos del ejército: el Tlacateccatl y el Tlacochcalcatl.

Si los trajes y las divisas tenían el objetivo de mostrar la categoría del guerrero, también había otros distintivos que actuaban como marcadores derango, tales eran los peinados, los tintes corporales o los ornamentos de prestigio.



El análisis de los peinados y su vinculación con la guerra es un tema de indudable interés, aunque no existen trabajos específicos sobre dicha cuestión. Igual que estaba regulado el largo de la ropa, el uso de las sandalias o las divisas, el tipo de peinado también guardaba una estrecha relación con los diferentes grados y unidades militares a las que se pertenecía. Nos dice el padre Sahagún, en su libro octavo, que hasta los diez años los niños llevaban el pelo cortito, a partir de ese momento dejaban crecer un mechón en el cogote que llamaban mocuexpaltía. A los quince,edad en la que solían ingresar en el telpochcalli, el largo mechón se llamaba cuexpalchicácpul e indicaba que todavía no habían destacado en las lides guerreras pero, cuando realizaban la primera captura, aunque fuera entre varios, «quitavan la bedixa del colodrillo, dexávanle una bedixa sobre la oreja derecha que le cubría la oreja a solo un lado», haciendo saber a toda la comunidad, a través del peinado, que habían realizado su primera hazaña, o, por el contrario, como hemos dicho en el apartado del número de capturas, si el novato había ido a la guerra hasta tres veces sin conseguir ningún prisionero,le dejaban el mechón en el cogote como símbolo de su ignominia. A partir de la primera captura, en el mechón largo iban colocando sus distintivos de cintas, plumas y borlas a medida que aumentaba su prestigio militar.

En algunos códices aparece un peinado denominado temillotl que se vinculaba a los guerreros aztecas que habían realizado cuatro capturas. Este peinado consistía en recogerse parte o todo el cabello sobre la cabeza, y también aparecen con él los tlatoque y se mantiene en los códices coloniales vinculado a los guerreros de éxito, como se ve en el Mapa de Popotla. Sin embargo, el peinado que todo guerrero deseaba era el de los grupos de elite más agresivos: los valerosos cuachic o rapados ,quienes en señal de su «su alto balor y balentía traían trençada la cabeça con un cuero colorado un manoxo de cauello detrás del colodrillo y a los lados de la cabeça tresquilado». Por eso, cualquier guerrero quería emularlos y si había «prendido dos o tres le tresquilauan como a cuachic, con una cresta de cauello y detrás su trançado para atalle plumería rrica».

Los guerreros tequihua que para Durán eran los águilas o jaguar, cuando lograban ese grado tomaban «los cabellos de la coronilla, medio a medio de la cabeza, y trenzábanselos con una trenza colorada y, con la mesma trenza,le ataban juntamente un plumaje de plumas verdes y azules y coloradas, y de la lazada salía un cordón que colgaba a las espaldas, y, al cabo de él,una borla colorada»

El guerrero otomí era tan estimado como los anteriores y, por lo tanto,también «traía trançado un manoxo de cauello en el colodrillo con cueros diferentes de benado tiñidos» y cortado a navaja «un dedo o dos por encima de las orejas, con una tresquilla redonda, hecha a navaja».

Como observamos, el valor del cabello siempre aparece relacionado con una parte específica de la cabeza: la coronilla. Ésta era muy significativa en la cultura azteca, ya que, según sus creencias, en ese lugar residía el tonalli o la fuerza vital del individuo. El poder comunicador del peinado era tal que

también se utilizaba como señal de castigo y cuando el ejército volvía derrotado, todos los guerreros eran rapados para eliminar cualquier rasgo representativo de su valor: «traed adonde guadáis las nabaxas con que os tresquiláis». Y así, luego truxeron una gran xícara de nabaxas, «porque abéis de sauer que es espreso mandato de Monteçuma os tresquilemos la manera que sois llamados tequihuaques, cuachic, otomi». Y luego los prençipales tomaron a cada uno, tomó una nabaxa Cuauhnochtli, otra Tlilancalqui, començaron a tresquilar a todos, uno ni nenguno que quedó.»4.

La palabra que los cronistas utilizan para describir cómo los gobernantes, guerreros y sacerdotes se pintaban el cuerpo, con tintes de diferentes colores, es embijar. Los guerreros cuachic cuando se preparaban para la batalla se pintaban de negro las piernas, la cara, incluidos los labios y lo bordes de las manos, para adquirir su apariencia feroz y también para mimetizarse en la naturaleza, ya que las crónicas afirman que permanecían inmóviles y semienterrados sin que el enemigo los viera hasta que era demasiado tarde.

La guerra no era el único momento en el que se embijaban, sino que de vuelta a Tenochtitlan celebraban las victorias y para ello no sólo se engalanaba la ciudad, sino que sus guerreros, y hasta el mismo gobernante, se pintaban las caras «el rrey de un betún como azeite amarillo y negro rrebelto, llamado tecoçahuitl»48 y los cuachic media cabeza azul y media roja o amarilla. Aunque tampoco hacía falta conmemorar grandes eventos para decorarse el cuerpo, porque cada día al caer el sol, los jóvenes del telpochcalli «ívanse a sus casas, y bañávanse y untávanse con tinta todo el cuerpo, pero no la cara, luego ponían sus mantas y sartales. Y los hombres valientes […]en lugar de peinarse, escarrapuçávanse los cabellos hazia arriba por parecer espantables, y en la cara ponían ciertas rayas con tinta y margaxita»

A lo largo de estas líneas han desfilado innumerables objetos que estaban relacionados con los atavíos militares, que no eran estrictamente armas o uniformes. Algunos complementaban el adorno personal como collares,bezotes y orejeras, otros estaban asociados con el autosacrificio y las ceremonias de perforación de narices y orejas o con el mundo simbólico e ideológico como el tezcacuitlapilli, que era un pequeño espejo que llevaban los guerreros. Este prestigioso elemento estaba relacionado con el sol y aunque es anterior a los aztecas, lo hacen suyo quizás también como reivindicación de su origen chichimeca.

Todos estos elementos y los estrictamente militares tenían muchísima importancia en la economía azteca, como se ve en la política de conquista que siguieron sus gobernantes y queda plasmado gráficamente en los códices tributarios donde pieles, mantas, plumas, oro, ámbar, bezotes y coleteros aparecen detallados como impuestos exigidos a las provincias sojuzgadas.

EL ARMAMENTO MILITAR Y RITUAL
Las fuentes principales para conocer las armas prehispánicas son las crónicas y el estudio iconográfico de códices y piezas artísticas donde se representan.


Armas ofensivas arrojadizas
La más característica era el átlatl, lanzadardos, tiradera o propulsor que se realizaba en madera, aunque había otros prolijamente decorados y recubiertos con planchas de oro, para uso ceremonial o del gobernante . Este arma se ha utilizado en otras partes del mundo como Australia, Polinesia, Europa. Se distinguen dos tipos, dependiendo del sistema de sujeción: el que tenía dos orificios en el mango para insertar los dedos,como en los atlantes de Tula y el de mango liso. En el átlatl se introducían dardos o tlacochtli «con la punta endurecida al fuego, o armada de cobre,de itztli o de hueso, y muchos tenían tres puntas», que alcanzaban 200 m de distancia.



El uso del arco (tlahuitolli) y las flechas (mitl) también está ampliamente documentado en las fuentes, aunque su introducción fue tardía . Utilizaban una madera flexible, «nervios de animales y pelo de ciervo hilado». Las puntas de las flechas eran de silex, pedernal,obsidiana y espinas de peces. Presentaban gran variedad, siendo la más temida la minacachalli que tenía forma de arpón, lo que hacía la extracción casi imposible, a pesar de la reconocida pericia de los médicos aztecas. Los españoles fueron un blanco fácil para ellas. Alvarado sufrió en primera persona cómo una de estas flechas atravesó la silla de montar y le dejó lisiado.


La destreza de los indígenas con este arma queda patente en las crónicas de los testigos oculares al afirmar que disparaban tres o cuatro flechas a la vez, o que tiraban una mazorca y «no la dejaban caer al suelo hasta que no le quedaba un solo grano. Echaban también una moneda del tamaño de medio peso, y con los tiros la mantienen en el aire cuanto tiempo quieren» El carcaj o Micomitl en el que guardaban las saetas aparece representado en el Lienzo de Tlaxcala, aludiendo a los principales animales totémicos como el águila y el jaguar. Parecen usarlo soldados rasos, ya que ninguno lleva divisas. Sin embargo, Marco Cervera duda de su uso porque la mayoría de los guerreros representados llevan los haces de flechas en la mano.Tanto los dardos como las flechas se elaboraban en días especiales marcados en el calendario ceremonial.

La honda o tematlatl se elaboraba con fibras de ixtle extraídas del maguey . Los proyectiles eran piedras que las mujeres preparaban para esa finalidad. Utilizada por tiradores expertos, las piedras alcanzaban los cien metros de distancia. También utilizaban una jabalina que llamaban tlazontenctli y una lanza con punta de arpón.

Armas de choque
Si el átlatl era el arma arrojadiza más representativa, el macuáhuitl lo era entre las armas de mano. Consistía en una especie de espada de madera roma, a la que se le insertaban navajas de obsidiana en ambos lados, que se pegaban con resinas especiales y se ajustaba a la muñeca con un cordón . El análisis iconográfico parce indicar que este arma era utilizada por los nobles. Sobre ella y su poder mortífero se ha discutido mucho. Los españoles, en sus crónicas, afirmaban que de un tajo cortaba la cabeza de los caballos o los destripaba pero, teniendo en cuenta que el corte efectivo de las navajas tenía un tiempo limitado y que su reparación también requería un plazo, es más probable pensar que su poder residía en las lascas de obsidiana que dejaba incrustadas en el hueso del herido y con ellas una infección o hemorragia mortal.

Existían dos tipos de macuáhuitl: el de 70 cm que el guerrero llevaba junto a un escudo y otro más grande, de unos 150 cm que se utilizaba con las dos manos . Al parecer hubo un arma de estas características en la Armería del Palacio Real de Madrid. Durante mucho tiempo se expuso junto a las armas japonesas, pero se destruyó en el incendio de 1849.

La Teputzopilli era una lanza con punta romboidal a la que también se le insertaban navajas de obsidiana con el mismo sistema que al macuáhuitl. Esta no era un arma arrojadiza, sino que mantenía al enemigo a distancia con eficacia, como comprobó Cortés al utilizarlas «contra la caballería de su rival Pánfilo de Narváez».

Existía otra versión más pequeña llamada Huitzauhqui. También se encuentra en su repertorio una maza o quauhololli de madera, de 50 ó 70 cm, rematada con una piedra, que se sujetaba a la muñeca con una correa . Como se observa en el Lienzo de Tlaxcalla este arma era ampliamente utilizada.

Armas defensivas
Los guerreros aztecas se defendían con armaduras, cascos y escudos realizados con materiales adaptados tanto al clima, como al tipo de armas que utilizaban. Buena prueba de su eficacia fue que los conquistadores españoles abandonaron las pesadas y poco apropiadas armaduras de metal por las de algodón, que no sólo eran más ligeras, sino que les proporcionaban una razonable protección frente a las armas indígenas. Aparecen con ellas en el Lienzo de Tlaxcalla, pero algunos de ellos ya las habían adoptado previamente a la Conquista de México, porque se conocían desde los viajes de Cristóbal Colón.

Esta prenda era parecida al gambax o jubón acolchado que los europeos utilizaban debajo de la coraza. El nombre genérico en náhuatl era ichcahuipilli, se realizaba con algodón endurecido con sal, dándole una consistencia eficaz contra las armas mesoamericanas. Tenía forma de chaleco y existían dos largos, la que llegaba hasta las nalgas y otra más larga que probablemente sólo utilizaban los nobles, teniendo en cuenta que el largo de la ropa estaba estipulado . Esta armadura se llevaba sola o debajo de los tlahuiztli o trajes de guerreros, dependiendo del rango de éstos, a modo de «chaleco antibalas» y podía completarse con protecciones para los brazos y los muslos realizados en el mismo tejido. En el repertorio aparecen otras armaduras o «cotas» que, por los materiales utilizados en su elaboración,serían de uso exclusivo para nobles. Sus vistosos diseños en concha, caracoles, escamas de oro y plata indican que no se ponían debajo del traje, sino sobre él.



El escudo era una rodela denominada Chimalli, con un diámetro de 20 a 75 cm . Se elaboraban con madera, cuero, cañas entretejidas y atadas con algodón, «de conchas grandes de tortugas, guarnecidos de cobre, de plata o de oro, según el grado militar». Existía una gran variedad de diseños, en cuya composición intervenían plumas de vivos colores, cuentas, cascabeles y finas láminas de oro, que parecen estar relacionados con tipos de trajes concretos. En la parte interior había dos tiras de cuero para meter el brazo . Según la propia definición de rodela este escudo se embrazaba en lugar de empuñarse, tal y como vemos en las representaciones de los códices. Algunos de estos ricos escudos, que hoy adornan las vitrinas de los museos, eran de menor tamaño para uso ceremonial.

Existe otro tipo de escudo mencionado en las fuentes, del que prácticamente nadie se ha hecho eco. Era de gran tamaño ya «que cubría todo el cuerpo cuando era necesario, y cuando no, los doblaban y ponían bajo el brazo, a guisa de nuestros paraguas. Probablemente serían de cuero, o de tela cubierta de hule, o resina elástica». Según Diego Godoy, que se lo vio a los indígenas de Chamula, eran «unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan a extender».

Los cascos o cuatepoztli se realizaban en madera, recubiertos de cuero u otros materiales, como plumas o pieles, para enriquecerlos y dotarlos de un aspecto feroz . Generalmente, representaban las cabezas de los animales de las principales órdenes militares: águilas, jaguares y coyotes,sin olvidar el espectacular yelmo que acompañaba al traje de tzitzimitl, que era un cráneo humano donde «la cabeza del hombre queda dentro de la del animal, como si lo devorase».

Las fuentes ofrecen muchísimos datos sobre el mundo militar. Sin embargo, necesitan ser sistematizados para responder a los interrogantes que en torno a la guerra quedan sin responder. Sobre todo aquellos que tienen que ver con la cadena de mando por ejemplo.