lunes, 13 de febrero de 2012

Atenas, un pequeño recorrido por su historia


Atenas, capital de la provincia de Ática y de toda Grecia, es una ciudad con 6.000 años de historia y de vida. Alrededor del año 4000 a. C. en la mágica ciudad de Atenas se desarrolló la fecunda civilización de los Pelasgos, sus primeros habitantes. Dos mil años antes de Cristo, los Pelasgos entregaron el relevo a los Helenos, es decir, a los Jonios-Atenienses, quienes llevaron la ciudad a los triunfos de su época dorada. En la Atenas prehistórica, la historia se mezcla con la mitología, dando lugar a mitos y fábulas entrañables.

Los dioses Poseidón y Atenea, en su intento de competir por el dominio de la ciudad, deciden ofrecer cada uno un regalo a sus habitantes. El dios ofrece el agua y la diosa el olivo. Los habitantes escogen el regalo de la Atenea, tomando desde entonces el nombre de «atenienses». Cécrope, el fundador de Atenas, así como Erecteo, Egeo, Teseo y Codro fueron los reyes más renombrados durante la época micénica. Según la tradición, tras la muerte del rey Codro a manos de los dorios (c. 1100 antes de Cristo), finaliza la monarquía y comienza la oligarquía, que durará hasta mediados del siglo XI a.C. Durante los años de la tiranía de Pisístrato (2a mitad del siglo VI a.C) hubo también momentos de gloria.

El comercio y la artesanía florecieron, se fundaron colonias y empezó la explotación de las minas de plata de Lavrion. Los tiranos favorecieron las letras y las artes. Se inauguró la primera biblioteca pública del mundo y se embelleció la ciudad con templos, edificios, fuentes y bosques. La arquitectura y la plástica asumen el sentimiento de lo monumental y caminan firmemente hacia la perfección clásica. La cerámica siguió una acertada evolución, pasando del estilo de figuras negras (630 a.C.) hasta los logros del estilo de figuras rojas (525 a.C.) Hacia mediados del siglo VI a.C., Atenas quedó consagrada como el principal centro productor de cerámica en el Mediterráneo. El torbellino del progreso arrastró también al régimen tiránico.

En el 513 a. C., Harmodio y Aristogitón dieron muerte al tirano Hiparco, siendo venerados desde entonces como héroes nacionales. Entre el 508 y el 507 a.C., Clístenes estableció en Atenas las bases del régimen democrático y aseguró a los ciudadanos libertad, igualdad de derechos e igualdad ante las leyes.

A principios del siglo V a.C., durante las invasiones persas, los atenienses ganaron un merecido prestigio como defensores de la Hélade. Bajo el mandato de Pericles (450-429 a.C.), Atenas llegó a Su máximo apogeo. Los grandes logros del Siglo de Oro de Pericles se hacen visibles en los monumentos inmortales de la Acrópolis.
 
 
En el siglo IV a.C., tras la catastrófica batalla del Peloponeso, Atenas y la Democracia intentan reconstruirse. La ciudad de Atenas se convierte en la cuna de la filosofía y la retórica, consolidándose como centro cultural del mundo antiguo. En el 323 a.C. tienen lugar dos hechos históricos trágicos para el helenismo: la muerte de Alejandro Magno a los 33 años y la caída de la democracia de Atenas que cambian el rumbo de la historia griega.

Desde entonces, Atenas experimenta una progresiva decadencia política, aunque se mantiene como centro cultural del mundo antiguo hasta el 529 de nuestra era, cuando un edicto del emperador Justiniano pone fin a las escuelas filosóficas de Atenas y obliga a todos los atenienses y griegos a convertirse al cristianismo en un plazo de tres meses.

Desde el 529 hasta 1834, Atenas se mantuvo como una pequeña ciudad de 9.000 habitantes, devastada totalmente durante la guerra de la Independencia (1826 a 1827). Desde mediados del segundo siglo a.C., Atenas, al igual que toda Grecia, permaneció bajo la dominación romana. Prácticamente desde entonces, y durante casi dos mil años, se suceden en Grecia las invasiones extranjeras. Romanos, hérulos, godos, cruzados franceses, almogávares, florentinos, venecianos y turcos la saquearon y la conquistaron hasta la fundación de la Grecia independiente en 1830.

El castillo de Olèrdola



El castillo de Olèrdola se alza sobre un cerro llamado de Sant Miquel d'Olèrdola, en la localidad del mismo nombre, en la provincia de Barcelona.


El antiguo poblado de Olèrdola fue habitado ya en el neolítico.
Entre los siglos IV-I A.C. se instalaron los íberos de la tribu de los cosetanos.



Al iniciarse la conquista romana, entre los siglos III y II A.C., la ciudad fue fortificada, cerrando el único acceso practicable a la peña. Gran parte de la muralla, de dos metros de espesor, todavía se mantiene después de haber sido reconstruida durante los siglos IX y X. En la roca se excavaron numerosos silos para almacenar grano, y un sistema de canales para recoger el agua de lluvia que, pasando por un depósito de filtrado, desemboca en una impresionante cisterna de 328 metros cúbicos de capacidad también excavada en la roca. También levantaron una atalaya, sobre la que posteriormente se construiría el castillo. En tiempos de la paz romana fue abandonado, y volvió a ser ocupado durante la reconquista.



El castillo fue construido por el Conde Sunyer I hacia el año 929 sobre las ruinas de la ciudad y de la iglesia de San Miguel. En el año 985 sufrió importantes daños con los ataques de al-Mansür, y en el año 1108 fue destruido por los sucesivos ataques de los almorávides. Ese mismo año Ramón Berenguer III encargó a Jordà de Sanmartí la restauración del castillo.



Hacia el año 1060 Mir i Geribert, llamado Príncipe de Olèrdola, era Conde del Penedés. Desde el castillo de Olèrdola organizó la Marca del Penedés, frontera fortificada contra los musulmanes y consolidó los castillos de Subirats, Vich, Ribes, Sant Martí Sarroca, Eranprunya y Montjuic, los cuales le pertenecían. Se casó con la viuda del Conde de Barcelona, Berenguer Ramón I el Geperut. Se enfrentó a Ramón Berenguer I el Vell cuando se adjudicó el vizcondado de Barcelona.


Actualmente se encuentra en estado de ruina y dentro del recinto hay un museo monográfico donde se exhiben materiales prehistóricos y también de las épocas romana y medieval.

Los periodos geológicos




En el invierno de 1807 se reunieron en la Freemasons Tavern londinense de Long Acre, Covent Garden, los trece socios fundadores de la Sociedad Geológica.
En unos diez años el número de socios aumentó hasta los 400, todos caballeros, lo que da una idea aproximada del interés suscitado en la época por esta rama del conocimiento.


Ellos establecieron una escala de tiempo geológico que se ha mantenido en líneas generales a pesar de los múltiples cambios introducidos que la han mejorado.
Aunque no hay unanimidad en las fechas sí que existe acuerdo en dividir el tiempo geológico en bloques de años relacionados con acontecimientods o alteraciones importantes y en los propios acontecimientos.

La edad de la Tierra es de aproximadamente 4600 millones de años y cuando se habla de tiempo geológico la unidad base es el millón de años.


No vamos a tratar acerca de los métodos de datación y demás técnicas empleadas por la geología y la paleontología pero si hablaremos del porqué de los nombres escogidos para las diferentes eras y periodos. 
Las principales eras son: Precámbrica, Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica.

El Paleozoico se divide a su vez en diferentes periodos: Cámbrico, Ordovícico, Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico.

El Mesozoico se divide a su vez en diferentes periodos: Triásico, Jurásico y Cretácico.

El Cenozoico se divide a su vez en dos periodos: Terciario y Cuaternario.

El Terciario se divide a su vez en diferentes épocas: Paloeceno, Eoceno, Oligoceno, Mioceno y Plioceno.

El Cuaternario se divide a su vez en: Pleistoceno y Holoceno.

En cuanto a los orígenes de sus nombres, el Paleozoico hace uso de la raíces griegas paleo ‘antiguo’ y zoo ‘vida animal’, con el significado de ‘vida antigua’. El Mesozoico hace lo propio con meso ‘media’, con el significado de ‘vida media’ y el Cenocoico con el significado de ‘vida reciente’.

Como los ingleses eran los más activos en los primeros años de esta disciplina, predominan en el léxico los nombres ingleses.



Los estratos del Cámbrico se estudiaron por primera vez en Gales y tomaron su nombre de Cambria, el antiguo nombre romano de esta región de la Gran Bretaña.

El Ordovícico debe su nombre a una tribu que vivió antiguamente en Gales, los ordóvices. Las rocas que cuentan la historia de este período se encontraron y estudiaron por primera vez en Gales. Al igual que el Silúrico debe el suyo a la tribu de los silures por el mismo motivo.

El período Devónico debe su nombre a un condado. En la década de 1.830, los geólogos Adam Sedgwick y Roderik Murchison estudiaron las capas de roca arenisca, caliza y pizarra del condado de Devon, Inglaterra. Estas capas se formaron hace unos 400 millones de años. En 1.839, sugirieron la adopción del nombre Devónico para este período geológico.


El período Carbonífero debe su nombre al carbón, que inició su vida como plantas hace unos 300 millones de años, en este periodo. Cuando los árboles muertos y otros vegetales caían en los pantanos, quedaban cubiertos de lodo y con el tiempo pasaron a formar lo que llamamos turba que, al comprimirse, se convirtió en carbón.

Con el aumento de las prospecciones geológicas en otros lugares, empezaron a aparecer nombres de todas partes. El Pérmico debe su nombre a Perm, una antigua provincia rusa en los montes Urales, en la que se realizaron muchos descubrimientos relativos al periodo.

El periodo Triásico recibe su nombre del prefijo latino tri- ‘tres’, y alude a las tres diferenciadas capas de roca que se depositaron durante el mismo.

El nombre de Jurásico alude a las montañas del Jura, la cordillera que divide Francia y Suiza y que se formó durante este periodo.


El nombre Cretácico procede de la palabra latina creta ‘greda, tiza’, haciendo referencia a las capas de tiza y esquisto que en aquellos días se amontonaron sobre el lecho de los mares.

Charles Lyell —uno de los más influyentes de aquellos primeros geólogos— introdujo en sus Principios de geología, unidades adicionales conocidas como épocas o series a los que dotó de nombres de una vaguedad muy atractiva al utilizar raices griegas: paleo ‘antiguo’, eo ‘temprano’, oligo ‘pocos, pequeño’, mio ‘menos, menor’, plio ‘más’, pleisto ‘el más’, holo ‘completo, todo, entero’. Así el Pleistoceno sería “el más reciente”, el Mioceno sería “el moderadamente reciente” y el Paleoceno el “más antiguo”.