miércoles, 2 de mayo de 2012

La ciudadela de Kuelap




La ciudadela y fortaleza de Kuelap se encuentra situada en el distrito de Tingo, provincia de Luya, dentro del enorme departamento de Amazonas en Perú, concretamente, a unos tres mil metros de altura sobre el nivel del mar.

El sitio arqueológico de Kuelap supone uno de los máximos exponentes de la cultura prehispánica de los Chachapoyas. Entre los siglos XI y XIII después de Cristo, se produjo la construcción de esta fortaleza armada a base de unas diez mil toneladas de piedra labrada, en un entorno apartado por sus escarpadas montañas y densa jungla.

A seis kilómetros de Kuelap se sitúa un pueblito llamado María cuya actividad gira hacia el turista, gracias a un acuerdo entre la comunidad y las promotoras turísticas existen cuatro casas de hospedaje y dos restaurantes para reponer fuerzas antes o después de la visita.

Nada más llegar nos sorprende su construcción elíptica y extendida sobre el terreno de un cerro llamado La Barreta que se eleva súbitamente otros 500 metros, lo que nos demuestra que su emplazamiento tenía un sentido defensivo y militar muy estudiado, dado que se hace imposible acceder por el lado oeste del recinto. La ciudadela ocupa una extensión de seis hectáreas en dos plataformas principales. La primera está compuesta por la muralla de piedra caliza que alcanza los veinte metros de altura y ofrece tres entradas, una orientada al noroeste y las restantes mirando hacia el este.

Tras franquear la muralla avanzamos a una segunda plataforma donde se encuentran los restos de nada menos que 420 edificios de forma circular entre los que sobresalen, el Torreón y el Tintero. El torreón supuso un excelente punto de vigia, no por nada es el punto más elevado del complejo, alcanzando los 3.040 metros de altura.

En las estructuras que quedan de los edificios se pueden admirar los frisos con iconografía chachapoya en forma de rombos y líneas triangulares que al parecer representaban a las deidades de esta cultura amazónica.

Monstruos mitológicos de Plinio el Viejo


Gaius Plinius Secundus, conocido como Plinio el Viejo, escribió los 37 libros de su Historia natural en el siglo I a.C. Esta obra, la primera enciclopedia de la historia, abarcaba el saber de toda su época en campos como la física, la astronomía, la geografía, la botánica, la zoología y la medicina. Plinio recogió el saber de más de 400 obras griegas y romanas.

Su curiosidad científica lo llevó a acercarse demasiado al volcán Vesubio en plena erupción para estudiarlo y allí murió ahogado por sus gases. En su honor se llama erupción plínica a las erupciones volcánicas violentas con gran expulsión de materiales.


Criaturas fantásticas de la Antigüedad


La obra de Plinio el Viejo tuvo una enorme influencia en toda la antigüedad hasta el siglo XVIII. Cuando llegó la imprenta, fue una de las obras con más reimpresiones de la historia.

Más allá de los saberes científicos, Plinio también habló de la existencia de seres fabulosos,criaturas mitológicas que se creía que existían verdadermente. En tratados y esculturas medievales y en el renacimiento, se encuentran representaciones e interpretaciones de algunas de las criaturas fantásticas que Plinio describe en su obra (cíclopes, seres que se alimentan del perfume de flores y frutos, mujeres que paren elefantes o serpientes).

Los monstruos de Plinio el Viejo poblaron las leyendas europeas durante siglos. Algunas de ellos han llegado hasta nuestros días y se siguen representado, como el ave fénix o el basilisco, aunque ya no quede nadie que piense que existen de verdad.

Basilisco


El basilisco era una serpiente pequeña pero letal procedente según Plinio del norte de África. En griego antiguo basilisco significa pequeño rey, y por eso se le dio este nombre a la criatura, se creía que llevaba una corona sobre la cabeza. Esta bestia se acercaba a la presa con el cuerpo erguido en vez de arrastrarse por el suelo como las demás serpientes y escupía fuego por la boca. 

La mejor manera de defenderse contra ella era ponerle delante un espejo, ya que al ver sus propios ojos se moría de miedo. Seguramente la invención de esta criatura se basó en los relatos de los viajeros sobre la cobra egipcia, que ataca erguida a sus víctimas y cuyo veneno es mortal y tiene una especie de coronita en la cabeza.


Blemia


Según Plinio estas criaturas vivían en África, no tenían cabeza y la boca y los ojos los tenían en el pecho. Los blemios fueron en realidad un pueblo nubio nómada que habitó entre Persia y el Alto Egipto entre el segundo milenio a.C. hasta el siglo V.

Esciápodo


Esciápodo viene de la palabra griega que significa literalmente «que se hacen sombra con sus pies». Según Plinio eran hombres que tenían una sola pierna terminada en un pie gigantesco. Así podían perseguir corriendo a los animales más rápidos, y los días de mucho calor en los desiertos donde vivían, ponían la pierna en alto y utilizaban su pie como parasol.

Esfinge


Plinio el Viejo fue el único autor de la antigüedad que dio a entender que las esfinges eran una especie de animal y no un ser de ascendencia divina del que sólo existía un ejemplar: aquella esfinge cuyo acertijo sólo pudo acertar Edipo.

Hesíodo la hizo hija de la Quimera y de Ortro, el perro hermano de Cerberos, el perro de tres cabezas que guardaba la puerta del infierno, pero según Plinio, vivía en Etiopía y tenía pelaje cobrizo, cuerpo de león y alas de águila.

Mantícora


Según Plinio las mantícoras vivían en Etiopía, tenían tres hileras de dientes y cara y orejas de hombre aunque del color de la sangre, los ojos azules, el cuerpo de león y una cola de escorpión terminada en un aguijón. Corría con mucha rapidez y le encantaba la carne humana y era capaz de devorabar a sus víctimas enteras.

Su voz se parecía a la de la flauta o la trompeta. Podía lanzar dardos venenosos para inmovilizar a sus víctimas y su tamaño variaba entre el del león y el del caballo. En realidad esta criatura pertenecía a la mitología persa. Seguramente su origen viene de los cuentos indios, se supone que en su origen sería un tigre.

En la Historia Natural de Plinio aparecen muchos otros monstruos mitológicos, como lossátiros, los abarimon, el ave fénix, la catoblepa y otros. Lo que ahora nos parecen leyendas en su momento fueron certezas. Quizás un mundo poblado por seres extraños y contranatura fuera más divertido que el nuestro. Quizá por eso nos gusten tanto las historias fantásticas.

Segunda Cruzada


Mientras la primera generación de cruzados se asentaba en sus nuevos dominios de ultramar en un vano intento de afincarse definitivamente, los estados musulmanes se fueron cohesionando en el siglo XII. En el Oriente musulmán se crearon alianzas estatales más o menos importantes.



Los invasores de Occidente encontraban una creciente resistencia, aunque no sólo por parte del mundo musulmán. Cada año empeoraban las relaciones de los estados cruzados con Bizancio. Los gobernantes bizantinos veían con malos ojos al reino de Jerusalén, surgido en territorio que había pertenecido a su imperio. Sobre todo irritaba a las altas esferas de Bizancio la existencia del principado normando de Antioquía. La situación se hizo muy crítica en 1137, cuando el emperador bizantino Juan Comneno llegó con sus tropas a Antioquía y tomó la ciudad, aunque por poco tiempo.


Mientras, los selyúcidas asestaron a los cruzados el primer golpe de importancia. Zengi, emir de Mosul, tomó y destruyó la ciudad de Edesa en 1144, apoderándose luego de todo el territorio de ese condado. La caída de Edesa puso en serio peligro la existencia del resto de los estados cruzados.

Papa Eugenio III

Fueron enviados con urgencia embajadores al Papa Eugenio III, para pedirle que “el victorioso coraje de los francos” protegiese a Oriente de las nuevas desdichas. Eugenio III envió rápidamente un mensaje a Luis VII, rey de Francia, instándole a asumir “la defensa de la fe”. El Papa urgía el envío de tropas prometiendo a los participantes la bendición apostólica, la absolución de los pecados y la exención de impuestos.


Igual que medio siglo antes, en Occidente fue desplegada una gran campaña en favor de una nueva expedición a Oriente. El más enérgico inspirador de la cruzada y su promotor fue Bernardo de Claraval, prior de los cistercienses y uno de los líderes más reaccionarios del catolicismo de la época. En él recayó el encargo del Papa Eugenio de predicar la cruzada.


Al llamamiento de Bernardo de Claraval y de sus colaboradores acudieron numerosos pobres, principalmente de las regiones azotadas por el hambre. No obstante, en las masas campesinas apenas existía aquel entusiamo religioso de la primera cruzada. Por el contrario, las bulas papales y los sermones de Bernardo de Claraval fueron recibidos calurosamente por los señores feudales. Igual que la primera vez, numerosos caballeros guiados por la posibilidad de lucrarse abrazaron la causa. Personajes ilustres franceses como los condes Alfonso de Tolosa y Guillermo de Nevers, Enrique -heredero del condado de Champaña- y el conde Tierry de Flandes, se mostraron dispuestos a hacer la guerra a los paganos.

Bernardo de Claraval

En la segunda cruzada participaron por primera vez testas coronadas: el primero fue Luis VII de Francia y luego Conrado III Hohenstaufen.


La decisión definitiva de iniciar la campaña fue adoptada en una reunión de la nobleza francesa en Etampes, en febrero de 1147. En dicha reunión estuvieron presentes los embajadores alemanes. En el verano de 1147 fueron formadas las milicias de cruzados de Francia y Alemania. Cada una estaba compuesta por 70.000 caballeros aproximadamente, que fueron seguidos por muchedumbres de millares de campesinos pobres.


Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén.


Los cruzados atacaron Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado, en la retaguardia. Los musulmanes estaban preparados para el ataque y hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas. Los cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas, emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad. Damasco había pedido ayuda a Saif ad-Din Ghazi I de Aleppo y Nur ad-Din de Mosul, y el visir Mu'in ad-Din Unur.

Luis VII de Francia

Los cruzados no podían ponerse de acuerdo sobre a quién le correspondería la ciudad en caso de que la conquistaran. El 27 de julio decidieron trasladarse al lado este de la ciudad, que estaba menos fortificada pero era menos rica en comida y agua. Por entonces Nur ad-Din ya había llegado, y les fue imposible regresar a su posición anterior. Primero Conrado, y luego el resto de los cruzados, decidieron levantar el sitio y regresar a Jerusalén.


La expedición fue un fracaso, ya que tras solo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto, iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.

El Día Internacional de los Trabajadores

Mártires de Chicago


El Primero de Mayo es una jornada destinada a recordar la lucha del movimiento obrero y a reivindicar la mejora de las condiciones y los derechos laborales.

La iniciativa de establecer esta fecha como Día Internacional de los Trabajadorescorrespondió al Congreso Obrero Socialista de la II Internacional, celebrado en París en 1889 y en el que participó Pablo Iglesias como representante español. A través de dicha conmemoración, se quería honrar la memoria de los llamados “mártires de Chicago”, sindicalistas y anarquistas norteamericanos que fueron condenados a muerte, tras los enfrentamientos violentos con la policía durante la revuelta de Haymarket, ocurrida en esa ciudad durante la primera semana de mayo de 1886 y enmarcada en una huelga ampliamente seguida en los núcleos industriales de Estados Unidos para reivindicar la jornada laboral de ocho horas.

En España, como en muchos otros países, el Primero de Mayo, empezó a celebrarse en 1890 y, desde entonces, las manifestaciones obreras recorrían en ese día las calles de las principales ciudades. Sin embargo, el curso de esta conmemoración se interrumpió a causa de la sublevación militar de 1936 contra la II República.

En la zona franquista, la fiesta fue abolida por un decreto del 13 de abril de 1937 y, al fin de la contienda, el gobierno estableció que el 18 de julio, aparte de conmemorar el Alzamiento sería también la Fiesta de Exaltación del Trabajo Nacional, en señal de hermandad de patronos y trabajadores.

Habría que esperar al año 1956 para que en España se volviera a conmemorar el 1 de mayo, aunque con nuevas connotaciones religiosas, pues un año antes el papa Pío XII había decidido que la Iglesia Católica celebrara, precisamente en ese día, la fiesta de San José obrero. Esta decisión eclesiástica inspiró a la organización sindical franquista para organizar grandes demostraciones folclórico- deportivas en ese recuperado “día del trabajo”, cuyo máximo exponente serían las celebraciones en el madrileño Estadio Bernabéu, siempre al servicio de la propaganda del Régimen

Muerto Franco e iniciada la Transición a la democracia la fecha del Primero de Mayo recuperaría su significado original y así sigue siendo desde 1976 hasta nuestros días.