lunes, 19 de septiembre de 2011

La isla de Sark

Hasta hace muy poco tiempo, para conocer un régimen feudal medieval intacto en Europa teníamos dos opciones: la número uno, irrealizable, viajar en el tiempo; la número dos, viajar a la isla de Sark en el Canal de La Mancha. La isla fue hasta el año 2008 el último territorio europeo en sostener un sistema feudal, pero es una rareza más allá de su historia social y política: con apenas 507 habitantes en cinco kilómetros cuadrados, es uno de los territorios más tranquilos y descontaminados del viejo continente.
 
 
Por ejemplo, en la Isla de Sark no están permitidos los vehículos motorizados, y por la mínima presencia humana, podremos observar uno de los cielos estrellados más visibles de Europa por la carencia de contaminación lumínica. Situada en el canal que separa Francia y Reino Unido, como parte del grupo de Islas del Canal, fue reconocida como uno de los primeros lugares que gozan de un cielo apto para ver las estrellas.

 
Considerada como un bastión del pasado, la Edad Media se ha resistido demasiado a retirarse en la isla de Sark. Hoy, el turismo tímidamente reemplaza los ingresos económicos que antes se basaban en la agricultura.

Hasta el 2008, todo funcionaba con un esquema de terratenientes bajo el control de un jefe de gobierno con el título de Seigneur, dueño absoluto de todo lo que llegue a la costa de las islas en un naufragio. El cambio y la democratización tan retrasada, no ha estado ajena a los problemas. Siendo que funciona como un territorio bajo soberanía británica, aunque de un modo autónomo, la isla de Sark cuenta con su propia selección de fútbol que participa en los Juegos de las Islas donde compiten selecciones de ultramar, aunque con un historial catastrófico: han recibido 70 goles en sólo cuatro partidos.
 
 

La isla Tortuga


La Isla Tortuga está situada al norte de la costa de Haití, en Las Antillas. 
Este pequeño enclave de 180 kilómetros también ha sido conocido con el nombre de la isla de los piratas, y es que, desde el siglo XVI, ha constituido el refugio clandestino de piratas franceses, ingleses y holandeses que se enfrentaron a la flota española.

La isla fue también la base de los bucaneros (comerciantes independientes) franceses. 
En 1640, el francés Le Vasseur, ayudado por sus soldados, expulsó a los ingleses y consiguió el control de la isla. Desarrolló el cultivo del tabaco, del azúcar y la producción de carne al estilo de la bucana, es decir, carne al sol (de ahí el nombre de bucaneros), que encantaba a los piratas. Éstos encontraron en la isla un refugio si querían esconderse, el lugar donde conseguir víveres y pólvora e, incluso, el enclave donde dejar su botín (en lugar de cargar con él durante varios meses de viaje) hasta que pudieran regresar a recogerlo.

Por la Isla Tortuga pasó, en el siglo XVI, Sir Francis Drake, que dejó de ser pirata para convertirse en un corsario, es decir, obtuvo una “patente de corso”, un permiso oficial de Inglaterra para atacar sólo las naves de potencias enemigas, en concreto, las españolas, y repartirse luego el botín.


En el siglo XVII, estuvo en la isla el pirata inglés Bartholomew Sharp. 
También Jean David Nau (el Olonés). Este filibustero, tras naufragar en Campeche, consiguió refugiarse en la Tortuga. El Olonés se convirtió en leyenda por sus crueles abordajes a las flotas españolas y terminó siendo devorado vivo por los caníbales del Darién (Panamá).


Uno de los más destacables fue Barba Negra, que se estableció en la isla algún tiempo. 
Barba Negra, que llevaba una enorme barba oscura adornada con cintas y trataba con enorme crueldad a los prisioneros, sólo vivió de la piratería dos años. En 1718 el gobernador de Virginia ofreció una recompensa por él vivo o muerto. 
El teniente Robert Maynard, de la Royal Navy, consiguió darle alcance con dos barcos y, tras un lucha en cubierta, logró acabar con su vida (después de herirlo veinte veces con el machete y dispararle en cinco ocasiones). Maynard le cortó la cabeza, que colgó en su barco y, finalmente, cobró la recompensa.

La isla, sin duda, se convirtió en el epicentro de la piratería del Caribe. Un lugar misterioso que ocupó un lugar destacable en las grandes novelas de piratas.

Robert Louis Stevenson mencionó esta isla en su primer capítulo de su libro La isla del Tesoro (“… las historias que contaba eran lo que más amedrentaba a la gente. Sus espantosos relatos eran de ahorcados y de pasear por la tabla, de borrascas en el mar, de la Isla de la Tortuga y de terribles hazañas y extraños parajes en la América española”).

El Corsario Negro, de Emilio Salgari, se desarrolla en gran parte en Isla Tortuga, donde corsarios, filibusteros y bucaneros construyeron una base de operaciones prácticamente inexpugnable.

De whiskys por Escocia


Aunque el origen del whisky es algo confuso, ya que los datos de las primeras destilaciones apuntan a la Irlanda de 1405, siempre se ha creído que el origen era mucho más antiguo, por lo que no se sabe muy bien cuál la procedencia exacta. 

Desde luego, los escoceses tienen muy claro que es suyo y, de hecho, algunos de los mejores whiskys provienen precisamente de este país británico. 
No es de extrañar entonces que hoy en día sea uno de los mayores productores de esta bebida ni que sea uno de sus símbolos más representativos. 
Si se tiene pensado realizar algún viaje a las tierras del kilt, no se puedes dejar de visitar alguna de sus muchas destilerías que marcan la ruta por Escocia.

El whisky escocés se elabora conforme a unos estándares establecidos en 1990 en el que se estableció que el licor se debe de destilar con agua y cebada malteada, y que debe dejarse envejecer en barricas de roble no menos de tres años. 
Existen también otras restricciones, como que no se le pueden echar añadidos ni aromas. El whisky escocés pega muy fuerte. 
Hay que olvidarse de la idea de tomarlo con algún refresco, ya que a los que lo sirven les suele parecer mal y acaban convenciendo de que el verdadero whisky se toma solo, tal y como lo sirven.

Algunas de las destilerías más conocidas son la de Oban, un pequeño pueblo pesquero, otra es la de Cardhu, en Speyside y como curiosidad también cabe destacar que fue la única abierta por una mujer. 
En esta misma zona también se puede encontrar la de Cragganmore. 
Algo más antiguo es la de Blair Athol, ya que es una de las primeras.