Berenguela de Navarra nació entre 1165
y 1170, probablemente en Tudela, una de las ciudades más importantes
del antiguo reino navarro. Berenguela era con toda probabilidad la hija
mayor del rey Sancho VI de Navarra y de su esposa, Sancha de Castilla;
la niña fue bautizada en recuerdo de su abuela materna, Berenguela de
Barcelona, hija a su vez de Ramón Berenguer III, Conde de Barcelona, y
de Dulce de Provenza. El padre de Berenguela, además, era nieto por vía
materna de Cristina Rodríguez de Vivar, hija del afamado y heroico
Rodrigo Díaz de Vivar El Cid. Tan ilustre genealogía prometía un
brillante matrimonio para la infanta navarra, cuyas expectativas
nupciales mejoraron cuando en 1185 su padre le cedió el señorío de
Monreal.
Poco después de tan generoso
acto, el rey de Navarra fue informado de que la mismísima Leonor de
Aquitania estaba interesada en casar a la joven princesa con su hijo
mayor, Ricardo, al que la Historia bautizó como Corazón de León por sus
hazañas y sy valentía caballeresca. La unión entre la infanta y el
príncipe inglés sería muy beneficiosa para la reina Leonor porque una
alianza con el reino de Navarra protegería las fronteras sureñas de
Aquitania, entonces uno de los Estados independientes más ricos y
prósperos del continente. Las similitudes culturales entre Aquitania y
Navarra, donde los trovadores gozaban de gran prestigio y de la
protección real, y la aparente atracción física entre Ricardo y
Berenguela, ayudaron a que el matrimonio comenzase a fraguarse. Un gran
obstáculo, sin embargo, se encontraba en el camino de la pareja.
Años atrás Ricardo había sido
prometido en matrimonio a Alicia Capeto, la media-hermana del rey de
Francia; sin embargo, el padre de Ricardo y marido de Leonor, Enrique II
de Inglaterra, había tomado a la gentil Alicia como su propia amante, y
la unión incluso acabó produciendo un bebé ilegítimo. Pero tras la
muerte de su padre en 1189, Ricardo se apresuró a romper el compromiso
con Alicia, alegando un inquebrantable vínculo espiritual entre ambos,
que haría de su eventual matrimonio una relación incestuosa. Leonor de
Aquitania no podía estar más satisfecha, ya que Alicia la había
desplazado en la alcoba nupcial. Alicia se acabaría casando con el Conde
de Ponthieu, y su biznieta Leonor sería la esposa de Eduardo I de
Inglaterra, que reinaría dos generaciones más tarde.
Dado que Ricardo se encontraba
por aquel entonces tomando parte en la Tercera Cruzada para devolver los
Santos Lugares al dominio del Cristianismo, Leonor de Aquitania se vio
obligada a escoltar a su futura nuera hasta Oriente Medio, donde se
preveía que se celebraría la boda. En la ciudad de Mesina la reina Juana
de Sicilia (hermana de Ricardo) se unió a la comitiva nupcial,
convirtiéndose hasta el final de sus días en fiel amiga de Berenguela;
pero en la costa chirpiota el barco que trasladaba a las tres damas
embarrancó, y Leonor, Juana y Berenguela fueron seguidamente capturadas
por el gobernador de la isla, Isaac Comeno. Como si se tratase de una
auténtica obra épica, Ricardo partió en rescate de las tres mujeres más
importantes de su vida; tras invadir Chipre, Ricardo logró derrocar y
hacer prisionero a Isaac Comeno, y se proclamó Rey de Chipre. En la
ciudad chipriota de Limasol, Berenguela se convirtió en la primera
española en ser reina de Inglaterra. La boda tuvo lugar el 12 de mayo de
1191; ese mismo día el arzobispo de Burdeos -que se había trasladado
hasta el lugar para oficiar la ceremonia- y los obispos de Evreux y
Bayona coronaron a la pareja conjuntamente.
Las crónicas de la época afirman que
el matrimonio no llegó a consumarse; ello pudiera deberse a la posible
homosexualidad de Ricardo, que en su infancia podía haber sido el amante
del mismísimo rey de Francia, ahora enemigo suyo. Fuese cual fuese el
motivo, Berenguela permaneció un tiempo con su marido en Oriente, pero
poco después regresó a Europa. Ricardo fue capturado poco después, y
tras ser liberado, tuvo que enfrentarse a su hermano menor, Juan Sin
Tierra, que se había apropiado de la mayor parte de sus posesiones, como
relatan las historias populares de Robin Hood; el rey de Francia,
Felipe Augusto, también había confiscado gran parte de los territorios
de la corona inglesa. Sin embargo, a pesar de su nuevo cometido, Ricardo
no mostró voluntad alguna de querer reunirse con su esposa, hecho que
forzó al Papa Celestino III a presionar al monarca para que “tratase” a
Berenguela con el respeto que le era acorde. Ricardo accedió, y unidos
por su común devoción cristiana, la pareja acudía a misa cada semana. Si
el matrimonio no fue feliz, al menos fue fiel y entregado. Cuando
Ricardo murió en 1199, Berenguela se mostró genuinamente entristecida,
quizá en parte debido al hecho de que dejaba así de ser reina de
Inglaterra y de Chipre. Al no tener hijos, su futuro era ante todo
incierto.
Curiosamente, Berenguela nunca
pisó suelo inglés durante el reinado de su esposo (de hecho, hasta la
fecha ha sido la única consorte inglesa que no lo hizo en vida de su
cónyuge), permaneciendo más tiempo en Aquitania y Oriente Medio. Sí
visitó Inglaterra en varias ocasiones, sin embargo, años después de la
muerte de Ricardo, durante el reinado de su cuñado Juan. Berenguela no
se entendía bien con éste, quien se negaba a pagarle la pensión
vitalicia como correspondía a una reina viuda. Su suegra Leonor, que
todavía vivía, intervino a favor de su nuera, e incluso el Papa
Inocencio III tomó cartas en el asunto. Cuando Juan falleció en 1216 le
seguía debiendo a su cuñada más de 4.000 libras. Su sucesor, Enrique III
de Inglaterra, saldó todas las deudas de su difunto padre, y Berenguela
pudo retirarse a una vida cómoda en Le Mans, en el noroeste de Francia.
Finalmente la reina viuda se reitró a una abadía en L’Épau, a cuya
comunidad religiosa apoyó económicamente. Sus restos fueron enterrados
allí tras su muerte, acaecida el 23 de diciembre de 1230. Moría así la
primera española en sentarse sobre el trono de Inglaterra.