lunes, 8 de octubre de 2012

Puente de Bastei

Un puente construido sobre una impresionante formación rocosa y escarpada ya conforman por si solos un conjunto espectacular. Pero además, las rocas y el puente de Bastei brindan vistas inmejorables del río Elba desde la altura. Bastei es precisamente el nombre de ésta espectacular formación rocosa que alcanza unos 300 metros snm. dentro del Parque Nacional de Suiza Sajona, en Alemania. Desde hace casi dos siglos, el puente (primero de madera) es una atracción turística capaz de inspirar también a artistas atraídos por sus visuales y sus ángulos:




El puente construido con roca arenisca en el año 1851, posee unos 76 metros de largo sobre un barranco de 40 metros de profundidad y es uno de los principales miradores de la región. Es una curiosa combinación de la mano del hombre interviniendo en una maravilla natural, uno de los puentes peatonales más bonitos de Alemania, y seguramente, entre los más bonitos de toda Europa:







































Vivir en la Edad Media





La Edad Media

La época Medieval, también conocida como el medievo o como la vemos aquí, la Edad Media, es el período histórico comprendido aproximadamente entre los siglos V y XV. A su vez, esta clasificación suele dividirse en dos partes: la Baja o Temprana Edad Media; que comenzaría en el siglo V y culminaría en el X, y la Alta o Tardía Edad Media; que se desarrollaría entre los siglos XI y XV.

Las fechas pocas veces son precisas y que marcar un única fecha en particular para delimitar un período histórico, tiene muy poco sentido y es mejor tomarlo como lo que es, una larga evolución, un proceso de cambio y no como un día puntual en el que todo cambio, una transformación que no ocurre en una fecha determinada.



Sin embargo, de forma simbólica se suele señalar que la Edad Media comienza en el año 476 en alusión a la caída del gran Imperio romano de Occidente y que termina en 1453, cuando cae otra gran potencia como lo fue el Imperio Bizantino. Veamos a continuación, algunas de las características que rigieron sus modos de vida.


Características de la Edad Media

En general, la Edad Media se caracterizó por una suerte de estancamiento, de aquí su nombre, en ocasiones suele referirse a este período como uno oscuro en cuanto al desarrollo cultural pues, si lo pensamos un poco, el Medievo sería época que esta en el medio de dos períodos sumamente fructíferos en este ámbito: la Antigüedad y el Clasicismo por un lado y el Renacimiento y la Ilustración, por otro. Pero eso no significa que no hayan existido avances o desarrollos significativos, pues de hecho, sí que los hubo.


La Iglesia dominandolo todo



En la Edad Media, la religión fue algo sumamente importante y en realidad, todo estuvo fuertemente influenciado por la figura de la Iglesia y su afán por destruir cualquier otro tipo de religión, lo que en buena medida explica el estancamiento cultural de más de mil años al que recién me refería.


La iglesia metió su nariz en todo lo que implicaba una forma de poder: el poder de los reyes era adjudicado por Dios, la Iglesia se encargaban de la
educación, de los motivos en las artes y de las guerras (época de las cruzadas) entre otras tantas cosas.

Obviamente, me estoy refiriendo a la Iglesia Católica, la cual servía para explicar el poder absoluto, la monarquía y toda esta centralización del poder, el poder era de una sola persona: primero de Dios y luego del rey, todo lo demás estaba por debajo.


Urbanismo y sociedades estratificadas

Durante este período se dio una fuerte migración desde numerosos pueblos periféricos hacia las ciudades, formándose así amplios espacios urbanos, en el que grandes sociedades estratificadas en distintas capas bien definidas por el poder, formaban una especie de triángulo escalonado (si lo tuviéramos que representar gráficamente) de acuerdo al poder.

En el, estaría el rey en el primer lugar (que recibe el poder de Dios), luego los duques y condes del rey junto al clérigo, luego los caballeros, señores y obispos, y finalmente, en el último lugar estarían los soldados, ciervos, aldeanos y campesinos. Cada uno pertenecía a un escalón y tenía nulas chances de ascender, cuanto más abajo, más sometida era la persona.



Creo que una buena forma de verlo, es de acuerdo a la arquitectura de los espacios urbanos. De la misma manera, si viéramos una ciudad del medievo, todo estaba centralizado en la figura del castillo y la iglesia, edificios de suma importancia en la ciudad, alrededor los hogares y comercios y en las zonas más periféricas, las granjas y los cultivos.


Expansión territorial y los nuevos modelos

Muchos de los modelos económicos y geográficos que más tarde se consolidarían prácticamente en el mundo entero, tuvieron su inicio en este período. Con el desarrollo del comercio, el surgimiento de la burguesía, las cruzadas y las conquistas, se sentó por ejemplo lo que luego se conocería como el capitalismo. Estas bases se fueron sembrando mediante sangrientas batallas de enorme magnitud, que entre otras cosas definieron gran parte del mapa que hoy conocemos y la Iglesia, como ya se señaló, tuvo una gran participación.




Estancamiento y declinación

Las constantes batallas, el azote de las pestes y todos los problemas que sucedieron en esta época, estancaron el período histórico en una oscura y destructiva fase de la humanidad en la que el cambio era necesario.

Teniendo en cuenta que salvo por las pestes, el mayor responsable de todos estos problemas era la Iglesia como institución reguladora de todos los aspectos de la vida de los Hombres de la Edad Medieval, la idea de restarle valor a la misma para poder desarrollarse como seres humanos comenzó a sacudir la cabeza de la hasta entonces oprimida comunidad científica de entonces.

Estas revolucionarias ideas afloraron en los hombres de ciencias y letras de fines del medievo, dando lugar a una nueva etapa que, en contraposición a la oscuridad y el estancamiento del medievo, se dio en llamar El siglo de las luces o la Ilustración. La iglesia ya no tenía el poder absoluto, catastrófico y decadente que los caracterizaba, sino que ahora se daba paso al nuevo y verdadero Dios: el del pensamiento y las ciencias modernas.

Pólvora



La historia de la humanidad tiene en su haber muchos descubrimientos que jugaron un papel crucial en el desarrollo de nuestra civilización y en sus estilos de vida. Sin lugar a dudas uno de ellos ha sido la pólvora, pues revolucionó de manera radical las batallas, de tal modo que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que este producto constituyó desde su creación el elemento básico de casi cualquier arma de combate. Los hombres pasaron de tirar flechas a utilizar rifles, cañones y granadas.



China y la pólvora

La pólvora fue inventada por los alquimistas de la antigua China en el siglo IX. En principio se obtuvo mezclando azufre, carbón vegetal y salitre (nitrato de potasio). El carbón se obtenía de los sauces, aunque pasaron a usarse también plantas como la vid, el avellano, el laurel y el saúco, entre otros. Al moler bien los ingredientes y mezclarse, se obtenía un polvo llamado ‘serpentina’.

El proceso era complicado y muy peligroso, de modo que algunos alquimistas añadían algún líquido con el fin de minimizar los riesgos de incendio. Luego se dejaba secar la mezcla y se formaban perlas o pequeñas bolitas.




¿Cómo funciona la pólvora?


En sentido general la pólvora consiste en una combinación de algún combustible (carbón), un oxidante (nitro) y el azufre, lo cual permite que se produzca una reacción estable. El carbono con el oxígeno forman así dióxido de carbono. El nitrato de potasio, por su parte, reacciona con el carbono y el azufre dando origen al nitrógeno y sulfuro de potasio, que junto a los gases de dióxido de carbono producen una expansión con efecto propulsor.

La pólvora produce una gran cantidad de humo, lo cual puede afectar la visibilidad en cualquier área de uso. Sin embargo, con un adecuado manejo de las proporciones de los ingredientes se puede disminuir la velocidad en que se quema y, por ende, la cantidad de humo resultante.





Expansión de la pólvora

Hasta el siglo XIII la pólvora continuó estando bajo el monopolio chino. Pero entonces se introdujo en las rutas de comercio de la seda y pasó a Europa y al mundo islámico, con lo cual empezó a formar parte de muchas de las escaramuzas del período medieval, entre ellas la Guerra de los Cien Años y el asedio turco a Constantinopla. Primero se utilizó en cañones y luego, ya en el siglo XV, en armas de fuego. Con la aparición de las armas personales, se crea el soldado de infantería, lo que a su vez origina el ejército moderno.

Algunas armas modernas, como los fusiles, aún mantienen el uso de la pólvora, aunque ciertamente ya no es la fuerza explosiva con la que cuentan los ejércitos en la actualidad. Sin embargo, sí se utiliza para preparar fuegos artificiales en disímiles celebraciones.



Como hemos visto, la pólvora cambió radicalmente el concepto de la guerra que se tenía hasta entonces, revolucionó las armas y obligó a que se repensaran todas las estrategias ofensivas y defensivas para el combate. Por eso se le considera uno de los grandes inventos de la humanidad, impulsora en el desarrollo de nuestra civilización.

Octava Cruzada

 
Entre 1250 y 1260, las disputas entre los mercaderes genoveses y los venecianos provocaron el abandono de los dos puertos sirios, lo cual fue aprovechado por los egipcios. Así, entre 1265 y 1268 los mamelucos, comandados por Baibars, conquistaron Galilea, Antioquía, Torón y Arsuf.

El entonces rey de Francia, Luis IX (futuro San Luis), se decidió a organizar una nueva cruzada tras el ofrecimiento del rey de Túnez, Muley Mostansah, de convertirse al cristianismo y crear una base militar en Túnez para atacar Egipto.

En 1270 se organizó la expedición que embarcó en el puerto de Aguas Muertas, Francia, con dirección a Túnez. Pero al llegar el rey Luis descubrió que el tunecino le había engañado, por lo que decidió sitiar la ciudad. Durante el asedio los cruzados sufrieron una epidemia de peste que provocó la muerte de muchos, entre ellos el propio Luis IX, su hijo y el legado pontificio.

A la muerte de Luis, el nuevo rey Felipe III asumió el mando de la cruzada. Logró un acuerdo con el rey tunecino por el que se establecía el libre comercio con Túnez y se garantizaba la residencia para monjes y sacerdotes en dicho territorio. Tras el acuerdo Felipe se embarcó y una tormenta destruyó varias naves pereciendo más de 4.000 cruzados. Los supervivientes se negaron a seguir al rey francés.

Poco después, en 1274, el Papa Gregorio X exhortó a otra cruzada, y aunque algunos soberanos prometieron participar en ella, nunca se llevó a cabo.